Capítulo 6.

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Cuando Stiles era sólo un niño, 4 años como mucho, no podía dormir con el armario abierto; decía que un monstruo de largas garras y filosos colmillos se asomaba de él listo para comerlo. Su madre se acostaba a su lado, secaba sus lágrimas y lo abrazaba hasta que se dormía.

Después de que su madre murió, dormir no era nada fácil. El simple hecho de que la noche arribara era aterrador, la oscuridad comiéndose a la luz poco a poco dentro de su habitación, hasta que todo quedaba en penumbras; a sus 9 años, él temía a la oscuridad. Pero ahí estaba su padre, encendiendo las luces de su habitación a toda prisa porque el ataque de pánico había comenzado, sosteniendo su frágil cuerpo y apretándolo cerca para que Stiles supiera que estaba con él.

Pasó el tiempo y su padre fue ascendido de asistente a Sheriff, lo que significaba muchísimas cosas: mejor puesto, mejor salario, menos tiempo en casa, más responsabilidad... Más riesgo. A los 12 años, Stiles temía que su padre también lo dejara. Temía que un día su padre no llegara a buscarlo al colegio, que le dijeran que había tenido un accidente en el trabajo, que le dijeran que su padre nunca volvería a estar con él. Cuando su padre lo entendió, le dió el abrazo más sincero que Stiles pudo recibir a su corta edad. Lloraron. Mucho.

Estos eran los temores más grandes de Stiles... Hasta ahora.

—¡¿PERO QUE MIERDA ESTABAS PENSADO, DEREK HALE!?— lágrimas saladas resbalaban por las mejillas del castaño mientras entraba al loft casi cargando a Derek —¡¿QUÉ MALDITA COSA QUERIAS DEMOSTRAR?!

—Que nadie debe meterse contigo.— dijo el pelinegro en un susurro lastimero, gimiendo de dolor cuando el castaño lo dejó caer en el sofá.

Derek estaba muy lastimado, más que cualquier ocasión que Stiles recordara. Todo fue horrible: era aparentemente un martes tranquilo, hasta que una bestia arribó a Beacon Hills, y la maldita era muy poderosa. Habían ideado un plan en el que Stiles era la carnada (en contra de la voluntad de Derek, claro) pero algo había salido mal y la bestia casi se lleva al castaño.

Derek había aparecido de pronto, y había peleado casi solo contra esa cosa que literalmente le doblaba el tamaño, la manada había sido atacada y dejada inconsciente antes de eso. Bueno, la parte cool era que Derek había ganado. Había salvado a Stiles pero estaba muy mal herido.

—Eres un idiota, nunca vuelvas a hacer eso ¿me oíste? NUNCA.— amenazó el pecoso, hincado junto a Derek y aún llorando sin poder controlarse.

—Hueles a miedo, Stiles, estoy contigo, ¿qué pasa? ¿A qué le temes?— una mano de Derek se acercó al rostro de Stiles para acariciar una mejilla.

—No lo entiendes.— susurró Stiles, inclinándose en el toque de la mano —Sí, estaba aterrado... Porque me imaginé viéndote morir, sabiendo que no volverías a sonreírme como lo haces, tocarme como lo haces, amarme como lo haces. Me imaginé eso y el alma se me escapó del cuerpo.

Después de años de no hacerlo, Derek se permitió llorar, lágrimas rodaban desde sus ojos esmeralda hacia sus sienes. ¿Cómo alguien podía amarlo tanto como para que su temor fuera perderlo? Era increíble para él, pero a su vez, era la prueba más grande de amor que le habían dado en mucho tiempo.

Derek no dudó ni un segundo en jalar a Stiles y besarlo. El lobo gimió de dolor, por un momento olvidó que estaba herido, pero sentir la lengua de Stiles contra la suya y sus labios cálidos masajeando en los propios lo hizo olvidarse de todo dolor.

Se acomodó en el sofá, sentándose y jalando a Stiles sobre su regazo a horcajadas, le tomó el rostro entres sus manos y lo besó con el alma.

Stiles recorrió el cuerpo de Derek con sus manos, acariciando los músculos de los brazos del lobo, subiendo por sus hombros hasta llegar a su cuello, dónde lo sostuvo con delicadeza. El cuerpo de Derek se sentía diferente, Derek lo sentía diferente, como si al paso de las manos del castaño su cuerpo se estremeciera y simplemente sanara; no más dolor, sólo un hormigueo constante que le ponía la piel de gallina.

Cuando se separaron, Derek pudo ver un destello inusual en los ojos de Stiles, pero le restó importancia cuando contempló su rostro en general: mejillas sonrojadas, ojos abiertos, labios rojos e hinchados, todos un manjar.

Derek le quitó la camiseta a Stiles, lo cargó y lo llevó hasta la cama. Stiles no puso resistencia cuando Derek comenzó a besarle la quijada, bajando por su cuello y siguiendo hacia su pecho.

—¿Cuántos lunares hay en tu espalda?— susurró Derek en el cuello del menor, causándole a este un escalofrío.

—¿Por qué no lo averiguas?

No hablaron más, en la oscuridad del Loft, Derek se dedicó a contar todos los lunares de Stiles... Y Stiles agradecía a todos los Dioses que fueran demasiados.
A partir de ese momento, los martes se volvieron el día favorito de Stiles.

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Heeeee vueltooooo. :D
Bueno, algo bueno de la cuarentena es que tendré tiempo para terminar mis historias, wuuuuuuuu.
Espero que aún quieran leerlas :(, perdón por hacerlos esperar tanto.
Bueno chicos, los amo, nos leemos más tarde, tal vez en otra historia uwu.
Baaaiiii <3.

¿A qué te sabe el café? ~STEREKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora