Derek era un mar de dudas. Tenía tantas preguntas rondando en su cabeza que sentía que le daba jaqueca. No eran malas, eran de hecho bastante curiosas, y eso era lo que más le preocupaba porque ¿en qué momento se había obsesionado tanto con conocer cada detalle acerca de Stiles Stilinski?
Todo empezó cuando las reuniones con la manada se hicieron frecuentes, tener a una bola de adolescentes ruidosos rodeándolo siempre era su culpa, debía admitirlo. Aunque llegó un punto en que ya no se sentía extraño, más bien, hubo un punto en que le reconfortaba la compañía.
Había días en que los mocosos se la pasaban desde temprano en la mañana hasta altas horas de la noche investigando todo lo que pudieran sobre el villano en turno, así que había captado manías de todos y cada uno de ellos.
Cosas como que Isaac odiaba la miel de maple en los hot-cakes y prefería echarles dulce de leche, que Scott pasaba más tiempo comiendo que pensando, que Erika mordía su lengua cuando estaba extremadamente concentrada leyendo o haciendo algo, Boyd podía parecer serio pero más bien era su manera de atraer un poco de armonía al ruidoso grupo, Allison por su parte había demostrado que le encantaba mantener todo bajo control y en orden, de Lydia sabía que también mordía sus uñas cuando se estresaba pero se regañaba a sí misma al hacerlo, y que la careta ruda y mala de Jackson se caía con momentos como esos, en los que todo se encontraban juntos y apoyándose.
Y por otro lado estaba su perdición, el más ruidoso, nervioso y exasperante de todos los que se encontraban ahí: Stiles.
Es que era fascinante todo lo que el mayor había descifrado de él en el poco tiempo que habían aumentado las reuniones, y todo lo que aún quería saber sobre el único humano de la manada. Porque sí, Derek había llamado a Stiles parte de su manada, y quizá hubiera una razón oculta detrás de esto, pero es algo que no quería aceptar aún.
Derek sabía muchas cosas sobre Stiles, incluso su obsesión más grande: el café. Stiles cada mañana olía a ese líquido obscuro y delicioso que parecía ser el preferido del castaño, justo como hoy.
En cuanto Stiles cruzó la puerta del loft, junto con Scott, el olor llegó a las fosas nasales de Derek. Ese olorcito amargo y fresco, también olía a canela y un toque de avellana, que era la crema favorita de Stiles. Tenía un olor bastante dulce y delicioso, incluso Derek pudo detectar algo parecido a la miel, cosa que se le hizo extraña, pero más extraño fue encontrarse disfrutándolo demasiado cuando el par de adolescentes lo sacaron de sus pensamientos.
-Emmm... ¿Derek?- dijo Scott confundido por ver al alfa parado en medio del loft con los ojos cerrados y la boca entreabierta, además de una rara mueca de satisfacción.
Derek abrió los ojos rápidamente, sintiéndose avergonzado de que lo vieran así, pero en seguida su cara volvió a ser la misma de siempre, su ceño fruncido y los labios apretados.
-¿Qué ocurre? ¿No creen que están aquí demasiado temprano?- contestó Derek aún con rastros de vergüenza en su voz, a pesar de su semblante duro.
-Hemos llegado incluso antes, Sourwolf, no exageres.- habló el castaño con una sonrisa torcida, claramente molestando a Derek como era su costumbre.
Aunque esa sonrisita a Derek ya no le molestaba, al menos no tan seguido, incluso le parecía bastante linda.
-Bueno, de cualquier forma ¿qué hacen aquí? Les dije que conseguiría los libros de Deaton hasta la tarde, apenas son las 8.- dijo Derek cruzando sus brazos en su pecho y con voz autoritaria.
-Sí... Verás, Isaac nos llamó para que... ¿Desayunemos juntos? Somos manada, y ya hemos hecho esto antes.- Scott le había puesto ojos de cachorrito después de decir eso, así que algo le decía a Derek que no estaban pidiendo permiso.
-Así es, y hay que movernos rápido porque Allison, Lydia y Jackson vienen en camino,- dijo Stiles mientras se movía rápidamente a la cocina. Y ahí estaba, una reunión de desayuno planeada sin que él lo supiera -¿dónde está el tocino, DerDer?- oyó a Stiles decir desde la cocina, sabiendo que no debía gritar para ser escuchado.
Momentos más tarde, Derek se encontraba sentado en la mesa rodeado de sus betas, comiendo huevos revueltos con tocino y pan tostado, y con Stiles a su derecha porque, por alguna razón que desconoce, todos ocuparon sus lugares casi corriendo, dejándole esa silla como única opción al chico.
-¿Me podrías pasar la crema de avellanas, Scott? Por favor.- dijo Stiles alargando el brazo para encontrarse con el botecito que le tendía su amigo.
-Vaya, Stiles. Esa es tu ¿tercer taza en lo que va del día?- cuestionó Lydia, no le sorprendía que Stiles se la pasara todo el día nervioso por tanta cafeína en su sistema.
-¿A qué te sabe el café?- preguntó Derek volteando a ver al ojimiel, sonaba a una pregunta bastante cursi, pero bueno, era Derek Hale.
-Pues... Para mí es algo más que delicioso, es reconfortante, sabe a...- la mirada del castaño se clavó en la de Derek, y casi pudo ver un destello brillando en esos grandes ojos de bambi, una sonrisa se extendió en sus labios cuando respondió -Sabe a ustedes, a hogar.
El corazón de Derek se ensanchó al oír esto, provocando que las comisuras de sus labios temblaran en una tentativa sonrisa. Simplemente asintió al adolescente, indicando que lo comprendía; aunque en ese momento, tanto su mente como su corazón, eran una maraña de sentimientos que no podía explicar con exactitud.
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Jejeje ola :B.
Pues... Resulta que esto sería, originalmente, un one-shot, pero decidí que los convertiría en capítulos cortitos para que fuera más fácil manejar la historia.
Cuando decidí que quería escribir un songfic para mis bebitos, al principio dije " haré una canción en inglés porque, pues, son preciosas", pero luego me topé con esta canción en mi playlist y fue como "bueno, la música en español también es muy bella ;u;", y para ser sinceros, no hay muchas historias con canciones en español. Así que, aquí está, una de mis canciones favoritas dedicada a mis hermosos hombres.
No soy profesional, así que perdón si está muy horrible xd, gracias por leer, les amo uwu.
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¿A qué te sabe el café? ~STEREK
FanfictionDerek era un mar de dudas. Tenía tantas preguntas rondando en su cabeza que sentía que le daba jaqueca. No eran malas, eran de hecho bastante curiosas, y eso era lo que más le preocupaba porque ¿en qué momento se había obsesionado tanto con conocer...