Agitación

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Es un día como cualquier otro: mismo sol molestando mi vista, mismo clima que cada día se torna más frío con la llegada del otoño, y sería exactamente la misma rutina si no fuera sábado.

Aunque es prácticamente lo mismo de siempre, disfruto un poco más de ir a la iglesia para recibir el catecismo impartido por el pastor Dawson, es un poco más agradable estar hasta el fondo del salón sin el Sr. Phillips observando cada una de mis acciones, y hasta disfruto a veces las canciones que debemos cantar a coro.

Alisto mis cosas, lavo mi cara con el agua que mis hermanas trajeron del río, me cambio, ciño mi gorro sobre mi cabeza y bajo en un tono un tanto sigiloso por las escaleras.

—Pero ¿Y qué es lo que vamos a hacer?—oigo la voz de mi mamá casi susurrante.
—No lo sé mamá, la cosecha no pinta nada bien para este temporal.

¿Jason?
Decido quedarme en el piso superior para poder escuchar un poco.

—Quizá debamos recortar algunos gastos, como los juguetes de las niñas. O... o... podemos vender el burro, de seguro nos pagarán bien por él.
—¿Y qué me dices del señor privilegios?
—Jason, sabes que hago todo lo que puedo para que vaya a la escuela como los otros niños ¡No es algo de lo que deba discutirse!
—Mamá ¡Por favor abre los ojos! Nos estamos hundiendo ¿Y a tí te preocupa que el niño favorito de papi aprenda a sumar?

Escucho un golpe que parece ser una bofetada. Parece que mamá está muy molesta.

—¡No me hables así Jason Mckenzie!¡Soy tu madre!... Tú y yo sabemos más que nadie cómo le afectó a Cole la muerte de tu padre ¡Él necesita esto!

Bajo con paso normal las escaleras y puedo ver a Jason acercándose presuroso a la puerta de entrada, para tomar el picaporte y añadir:

—Sólo recuerda mamá. Que tienes cinco hijos, no sólo uno—gira la perilla y se va, azotando la puerta tras de sí.

Mi madre parece estar al borde del llanto, así que me acerco a ella y simplemente la abrazo.

—¿Lo oíste todo?—me pregunta con un tono fuera de su habitual papel autoritario y fuerte.
—Eso creo... Mamá, no tienes que hacer esto sólo por mí. La escuela puede esperar un poco, o tal vez para siempre si es necesario.
—Ni pensarlo hijo, quiero que sepas que tus hermanos nunca quisieron estudiar y es por eso que están aquí. Pero tú eres el único de los chicos que quiso asistir a la escuela, y por lo que me cuentas veo que la disfrutas ¿Verdad?—dice alegrando un poco la charla
—Sí—le devuelvo una sonrisa que sé que es fingida, pero parece no darse cuenta de ello.
—Descuida Coley, las gemelas tendrán su tiempo para ir a clases, si es que quieren. Ahora vete que se te hace tarde para llegar a la iglesia.—me despide dándome un beso en la frente de manera apresurada.

Al llegar a la iglesia, todos juegan con sus grupos mientras esperan la llegada del pastor.

—¿Ya escuchaste que puede haber oro en Avonlea?—las niñas hablan como si fuera un secreto mal guardado.
—¡Sí! ¡Qué emocionante!
—¿Qué harán con su parte?
—Yo...
—¡Hola Cole!—escucho la voz de Anne, que interrumpe a Ruby y me saluda desde su pupitre ubicado justo frente al pizarrón. Le devuelvo el saludo con un gesto de mi cabeza y voy a mi lugar.

De hecho, creo que sí me agrada más venir aquí: para empezar no está la estúpida regla que separa al salón en niñas y niños, todos somos libres de escoger nuestro lugar. Además el pastor no nos ronda cual buitre como lo hace el Sr. Phillips y tampoco se guía por su furia reprimida. Es más agradable pasar el tiempo dibujando hasta atrás sin nadie que me moleste, todos los chicos se sientan hasta adelante, y las chicas están en su propio mundo, así que me ignoran la mayoría de las veces.

—Bien niños, es hora de empezar con las enseñanzas del día de hoy—el pastor David entra al salón y deja sus cosas sobre el escritorio. Toma su sombrero y lo coloca en el perchero, dejando al descubierto su cabello canoso y un poco escaso.

—Antes de comenzar con las oraciones del día de hoy, me gustaría presentarles al novicio Richard Hawkins—con un ademán de mano, nos presenta a un chico de pelo castaño y ojos cafés que viste una sotana. Parece tener más de veinte años.
—Buenos días niños—nos saluda.
—Buenos días—le respondemos
—El joven Richard es un sacerdote en preparación, fue enviado desde Inglaterra para ayudarnos con las labores de la comunidad, y estará con nosotros en el catecismo. Pero bueno, después de esto, demos inicio a nuestras oraciones y enseñanzas de hoy...

El día pasa con normalidad, y después de ensayar una canción para la obra de Navidad, nos podemos ir a nuestras respectivas casas.

Tomo mi cuaderno, mis lápices y me dispongo a irme. Justo al cruzar la puerta trasera para salir, tropiezo con algo que me hace caer sobre mi valioso cuaderno y me hace soltar los lápices.

—¡Sorpresa niña!

Billy.

—Hace mucho que no platicamos y me gustaría saber ¿Sigues jugando con muñecas o ahora te dedicas a los quehaceres del hogar?

Me pongo de pie rápidamente y me pongo a recoger mis lápices sin hacer caso a sus provocaciones, lo cual parece molestarlo mucho.

—¡Te estoy hablando Coley!—me dice en un tono más severo y empujándome ligeramente por los hombros.
—¡Billy y Cole van a pelear!—el grito se escucha por todo lo alto y en poco tiempo ya tenemos una multitud de niños gritando a nuestro alrededor.
—¡Vamos Billy!
—¡Tú puedes Billy! Golpéalo
—¡Pelea!¡Pelea!¡Pelea!

No quiero hacerlo, pero los gritos me enloquecen y sólo quiero salir de aquí.

—¡Pelea!¡Pelea!¡Pelea!
—A ver ¡¿Qué tanto pasa por aquí?!—interrumpe el recién llegado
—Billy golpeará a Cole—responde alguien en el grupo, desatando las risas de los demás.
—¡Aquí nadie golpeará a nadie! Ahora todos a sus casas.

Voltea hacia mí y me pregunta:

—¿Estás bien chico?
—Sí, gracias.
—Ve a casa.

Le obedezco y mientras me alejo puedo escuchar las réplicas de Billy.

—¡¿Por qué lo compadece a él?! Él me agredió primero.
—He escuchado mucho de tí Billy Andrews, tu reputación te precede, y sé que aquí el problemático no es el chico de allá...

De camino a casa no paro de sonreír y agradecer a Dios por enviar a una de las pocas personas justas que he conocido en mi vida, y que no me juzgan antes de conocerme.

Llego al pórtico y al cruzar la puerta de entrada, veo a Jason comiendo una hogaza de pan que mamá de seguro debió haber horneado.

—¿Dónde está mamá?—le pregunto.
—Salió al pueblo con las niñas.
—¿Y Brad?
—Con su novia, en el pueblo también.

Puedo sentir su mirada pesada y fría sobre mí, no sé qué hacer para arreglar las cosas.

—Jason, yo...
—No te atrevas a hablarme... Sólo... Ahhh... Retírate de mi vista.
—Lo siento Jay.

Subo las escaleras con cautela y me encierro en mi habitación. Me meto bajo las sábanas y me preparo para conciliar el sueño.

Ahora hasta mi propio hermano me odia. Dime papá ¿Qué debo hacer?¿Cómo superaremos esto?¿Por qué nos dejaste solos?

Un extraño en una tierra extraña (Cole Mackenzie)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora