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(Nombre) estaba cansada de tener que estar todo el rato mandando al diablo al pervertido de Laito. Era su compañero de clase y sabía muy bien que él era el típico mujeriego que se acostaba con cualquiera que se cruzara por su camino, siempre y cuando le atrajese físicamente. Lo malo es que ella no era la excepción; el pelirrojo coqueteaba con ella intentando enredarla entre sus redes, pero (Nombre) solo hacía que rechazarle una y otra vez.
— Te he dicho muchas veces que no me interesas — respondió a sus insinuaciones con un tono molesto y de asco.
— Oh, la gatita ha sacado sus garras — bromeó, dando un paso hacia delante para acercarse a ella, pero tal y como sucedía siempre, era rechazado.
La chica dio un paso hacia atrás y puso su mano frente a él, indicándole que no podía acercarse más a ella.
— Eres molesto.
— Y tú preciosa — le sonrió de lado, haciendo ruborizar un poco a la chica, pero se mantuvo firme, mirándole a los ojos con un semblante serio —. No creas que me voy a rendir tan fácilmente — le susurró al oído, dejándola sorprendida al ver que se había acercado demasiado a ella en un solo pestañeo.
Dicho eso, se alejó de ella. (Nombre) se quedó patidifusa, analizando lo que acababa de pasar, no comprendía cómo había podido acercarse tanto a ella cuando estaba con la guardia alta. Lo peor de todo es que debía evitarlo a toda costa, aquel susurró en su oreja de había provocado una reacción positiva en su cuerpo y no quería ser otra de sus víctimas.
Por otra parte, Laito no podía dejar de sonreír. Ella era la primera chica que le había rechazado, haciendo que se hiciera más divertido, pero también logrando que su corazón comenzara a sentirse atraído por ella. Era la primera persona que le había provocado una sensación cálida en el pecho, así que estaba muy decidido a conseguir su corazón, no se rendiría hasta obtenerlo.
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Todo el mundo que conociera a (Nombre) diría que era una chica dura y valiente, segura de sí misma y con una fuerza de voluntad digna de envidiar, pero en cuanto a fuerza era floja, hasta ella misma lo admitía. Era algo que podía convertirse en su debilidad en algunas situaciones, por eso mismo siempre iba con cuidado. No obstante, ese día estaba tan distraída pensando en la conversación anterior con el pelirrojo, que ni cuenta se dio de que unos hombres la seguían por detrás.
Por su mala suerte, no se enteró hasta que uno de ellos le tapó la boca por detrás y la arrastró hasta un callejón con ayuda del otro. Ella intentó liberarse, pero como era obvio, fue imposible. Su fuerza era nefasta y ellos la tenían bien cogida.
