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Yui se tumbó en la cama, soltando un largo suspiro. Desde aquella vez en la que tuvo su primera vez con su novio Subaru, el olor y sabor de su sangre cambió de tal manera que todos los demás integrantes de la mansión se sentían sedientos y atraídos, sobre todo los mellizos... Ese mismo día Laito la había acorralado contra el sofá, con la intención de morder su cuello para chupar su sangre, pero por suerte había aparecido Subaru para salvarla. Podía sentir lo enfadado que estaba y sabía que no iba a salvarse de esa. ¿Por qué tenía que pagar ella los ataques de los demás? No era su culpa que hubiera gente salida en esa casa.
— ¿Qué es lo que tanto piensas? — la ronca voz de su novio en su oreja hizo que se estremeciera y pegara un salto debido al susto.
— ¡Subaru! Me has asustado — miró al chico con el ceño fruncido.
El peliblanco sonrió de lado y se posicionó encima suya lentamente, sonrojando levemente a la chica.
— Dime. ¿Qué es lo que estabas pensando?
— En... En lo de antes... — susurró, sintiéndose nerviosa por su cercanía.
— ¿Cuándo le diste tú cuello a ese pervertido? Eso me recuerda que tengo que castigarte... — susurró esto último en su oído, para después soplar un poco, provocándole un escalofrío a Yui.
— ¡Yo no hice eso! Me acorraló y no podía apartarlo... Es muy fuerte...
— Mmm igualmente, te voy a castigar.
A la chica no le dio tiempo a quejarse, pues sus labios fueron aprisionados por los de él, comenzando un beso lento, pero voraz.
Subaru se acomodó entre sus piernas y comenzó a acariciar lentamente su piel, sin dejar de besar sus labios con deseo. Mordió lentamente su labio inferior, consiguiendo que ella abriera la boca en un jadeo, y así aprovechar para introducir su lengua en su interior, entrelazando sus lenguas.
No obstante, el beso no duró mucho, pues Yui lo apartó un poco, mirándole entre jadeos.
— No me beberás la sangre hasta dejarme anémica, ¿No?
— Te encanta cuando bebo tu sangre, pero no, ese no es mi plan — susurró mientras besaba su cuello. — Solo cállate y déjame que te haga sentir en el cielo — aquello hizo sonrojar a ambos, pero no dijeron nada más, simplemente se dejaron llevar.
