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(Nombre) era un mujer joven y hermosa. Sus ojos eran del color del oro y sus cabellos rojizos se asemejaban a la sangre. Era una vampiresa que ya había vivido bastantes años, y era una conocida cercana a la familia Sakamaki. El líder de los vampiros le había pedido ir a la casa para evitar peleas entre ellos y también, aunque no lo dijo en ningún momento, para servirles de alimento. La subestimaba, pues ella no era una adicta a la sensación de que succionaran su sangre, ella no era Cordelia. Por lo tanto, cada vez que alguno de los hermanos intentaba morder su cuello, recibían una patada en los huevos como respuesta. No se dejaba morder, solo le permitía ese privilegio a una persona, a su amigo de la infancia y al amor de su vida: Sakamaki Shu.
Era estúpido que un vampiro desaprovechara su vida eterna en enamorarse de una misma persona desde que era una niña, pero es que no pudo evitarlo; se enamoró del rubio desde que se conocían de niños y jugaban juntos, justo antes de que la hermosa sonrisa del chico desapareciera de sus labios y se convirtiera en lo que es ahora. No obstante, ella seguía amándolo.
Lo que le dolía era que se sentía rechazada y usada por él. Pocas veces bebía de su sangre, pero es que además cada vez que le hablaba sentía que le molestaba, incluso cuando estaban en la cama, haciendo el acto del coito; en esos momentos ella se sentía una prostituta, una chica a la que usaba para desahogar sus deseos sexuales... Sentía todo eso, pero no podía evitar dejarse llevar, a pesar de todo, ella amaba estar a su lado, le gustaba saber que era la única mujer a la que tocaba a pesar de que si él quería podría hacerlo con cualquiera, incluso con Yui.
— (Nombre)-san ¿Puedo decirle algo?
La voz de Yui le devolvió a la realidad. Bajó de su pensamientos y centro su mirada en la de ella. Ambas estaban en la cocina, tomando un zumo que la chica había preparado. (Nombre) le encantaba la comida de la chica, a pesar de ser un vampiro que no necesitaba comida humana para sobrevivir, amaba el sabor de la comida de su amiga, es por ello que disfrutaba cada plato que cocinaba.
— Claro.
— Usted siempre está sonriendo, pero... Siento como que esa sonrisa es falsa y que en realidad está sufriendo por dentro... — su sonrisa desapareció en el momento que escuchó esas palabras.
— Bueno... Algo de razón tienes...
— Puede hablarlo conmigo si lo desea — le sonrió Yui.
— Solo si dejas las formalidades conmigo. Somos amigas, no hace falta que me hables así — le sonrió, bebiendo un poco de su zumo.