2. Emily y señales

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Anthea.

Pasaba un tiempo desde que Sherlock había "regresado" de su no muy extenso exilio, y ya habían ocurrido algunos acontecimientos notorios en Londres, y si bien con "notorios" nos referimos a cosas importantes a nivel país, también "notorios" refiere a cosas más mundanas y que al resto de ciudadanos poco les importa, como lo era el nacimiento de Hope, hija de Jamie y James, si bien para las personas ajenas aquello no era la gran cosa, para mí, era una noticia muy importante, y es que Hope era una bebé realmente hermosa, igual a sus padres. Yo había tenido la dicha de ir al hospital el día en que nació, y recordaba muy bien la ternura en la cara de James mientras sostenía a su recién nacida, haciendo que Hope quedara aún más pequeña en los brazos del agente.

Pero ya había pasado un tiempo de esos, no demasiado, siquiera llegaba a dos semanas, pero el punto era, que yo continuaba con mi rutina diaria.

Miré la hora en mi celular, ya pasaban de las dos de la tarde, y tanto Mycroft como yo, no habíamos comido absolutamente nada desde el sutil y suave desayuno de la mañana, y yo bien sabía que, si era por mi jefe, no comería nada hasta la noche, lo cual no era en lo más mínimo bueno para su salud, y aquello era algo que me preocupaba más a mí que a él. Así que, levantándome de mi escritorio, caminé hasta la puerta que daba a su oscura y, en ocasiones, algo siniestra oficina.

—Adelante—se oyó el murmullo de su voz al otro lado.

—Hey, ya pasa del medio día ¿quieres ir almorzar algo? —consulté viendo hacia su escritorio del club Diógenes.

—Me encantaría, pero estoy algo atado a esta oficina durante algunas horas más—habló sin verme, sumergido en la laptop que descansaba sobre su mesa—. Pero tú ve, tómate la media hora.

—Bien, ¿quieres que te traiga algo?

—Cómo desees, querida.

Asentí, y con aquello salí de su oficina, y de la mía en general, subí y pasé por uno de los grandes salones del lugar, interrumpiendo el silencio y la paz con el sonido de mis tacones, pero es que no tenía otro sitio por el cual pasar, y no me iba a descalzar por tan sólo unos cortos metros, oír un leve sonido no los mataría, la edad avanzada sí.

Al salir del edificio, me dirigí a una cafetería cercana, una a la que asistíamos con Myc cuando salíamos a almorzar juntos, era un lugar tranquilo y relativamente cercano para ir caminando, así que resultaba en un buen punto.

Al entrar, el recinto estaba bastante vacío, y es que la hora del almuerzo ya había transcurrido hacía rato, por lo que me senté en una de las mesas del fondo y ordené algo para mí, ya luego vería qué podía llevarle a él, aparte, me daría tiempo a pensar, porque Mycroft continuaba siendo un tanto "delicado" a la hora de ingerir alimento. En aquello que yo esperaba mi comida, divisé a una chica sentada en una mesa alejada de la mía, cercana a la puerta, la chica tenía el cabello rubio y ondulado, y aun con la distancia que había entre ella y yo, podía ver que portaba unos ojos de color bastante atrayente. Se encontraba sumergida en su teléfono móvil, aquello hasta que levantó su vista y cruzó miradas conmigo, regalándome una sonrisa la cual devolví de forma inconsciente, la chica se levantó de su asiento y caminó rumbo a mí, quedando de frente en mi mesa.

—¿Está libre? —consultó tomando la silla de enfrente.

—Sí, adelante—ella se sentó en frente de mí, aquello era raro, es decir, no todos los días un extraño se sentaba en frente de ti en una cafetería.

—Quizás no me recuerdes, pero ya nos hemos visto—hablaba—trabajo con Jamie en la peluquería, aunque no hace tanto tiempo de eso.

—Ahora que lo dices, creo que te recuerdo de alguna vez—hice memoria y más o menos la ubiqué, aunque no del todo—. ¿Y qué te trae por aquí? No me mal entiendas, pero la peluquería está bastante alejada de esta zona.

¿Pequeño gran error? [Mythea Shipp]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora