16. Segundo mes y poco más

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Anthea.

Habíamos estado tramitando una semana bastante ajetreada en casa. En primer lugar, Mycroft había caído rendido ante un resfriado gracias al cambio de estaciones, por lo cual, se había tomado una pequeña licencia médica, algo con lo que pudiese recuperarse más rápidamente y así volver al trabajo lo antes posible, y, en segundo lugar y siendo el problema real; con un bebé en casa, era complicado encontrarse cien por ciento tranquilo para levantar defensas y regresar a la rutina, si bien yo había hecho todo lo posible para que Mycroft pudiese descansar sin molestias, convengamos que, a veces, William tenía un límite, y él quería atención costase lo que costase.

Y aquel día en específico, había sido algo más complicado de lo usual, porque luego de que estuviese una hora intentando que William durmiera, pareció que el mismo no quiso rendirse ante el sueño, por más tiempo que pasó, él no cedió. Por lo cual, lo cargué en brazos, y lo llevé hasta la planta baja de la casa, lugar en el cual lo amamanté y volví a intentar que se durmiera, nuevamente con resultados negativos, y todo aquellos desde las ocho de la mañana, era una muy buena forma de iniciar el día, no había dudas al respecto.

Ya rendida antes los extraños hábitos de sueño de mi hijo, decidí llamar a Jamie y preguntarle si podía darme una vuelta por su casa, a lo cual ella aceptó, después de todo, me haría bien salir un tiempo ese día, necesitaba despejar mi mente, y quizás un viaje en auto ayudara a que el pequeño se durmiera, es decir, en otras oportunidades ya lo habíamos sacado en coche justamente para eso, y la mayoría de las veces; funcionó.

Pero antes de irnos, subí al segundo piso y recorrí el pasillo hasta nuestra habitación, entré y caminé hasta donde Mycroft se encontraba. La sinusitis que se le había presentado producto de la congestión nasal, comenzó a crecer gradualmente, y si de por sí, Mycroft detestaba enfermarse, estar casi imposibilitado por esto mismo y tener a Will en la vuelta, lograban de toda la situación; algo desesperante para él, aunque no lo admitiera, así era.

Lo rodeé y me incliné hasta quedar a la altura de la cama, de su lado. Parecía que al fin había logrado dormir luego de que se mantuvo despierto literalmente la noche entera, aquellos gracias al malestar en la garganta, la dificultad para respirar por la nariz y la fiebre.

"Al menos ya puedes descansar".

Sonreí para luego dejar un beso en su mejilla, acompañado por una nota en su mesa de noche, una que indicaba que había salido y volvería en un rato, que no se preocupara.

Salí del dormitorio sin hacer ruido, faltaría se despertará, y aquello era lo último que quería, de cierto modo, Will y Myc podían tener los mismos hábitos peculiares de sueños, así que cuando cualquiera de los dos se dormía, era mejor no hacer ruido para despertarlos, aunque fuese sin intención de ello.

Bajé nuevamente, y aprontando las cosas del bebé, lo cargué y nos dirigimos al automóvil, lo coloqué en su silla, y puse en marcha el vehículo, quizás ver a Jamie me distrajera un poco, o al menos eso pretendía, mal o bien, hacía tiempo que no la veía, ya que conversar por teléfono o mensaje, no era lo mismo.

Mientras conducía, me empecé a fijar en el tránsito, era el habitual; apresurado, torpe, estresante, pero todo valía la pena por llegar hasta lo de mi mejor amiga y poder charlar un rato.

Frené en un semáforo y aproveché a prestar atención a mi entorno, las calles del centro de la ciudad, abarrotadas, los peatones que circulaban por las veredas mientras hablaban o escribían en sus móviles, las bocinas que sonaban a modo de reclamo entre los conductores, aquello era el clásico espectáculo urbano, en ocasiones como aquellas, entendía por qué Mycroft detestaba conducir, él tenía muy buenas razones para declinar del volante cuando Walter no estaba a disposición.

¿Pequeño gran error? [Mythea Shipp]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora