Capítulo 4: Advertencia y entrenamiento

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—¿Entonces? ¿Qué se supone que tendremos que hacer?— Veo a Borsalino levantar la mirada, masticando... Lo que sea que nos hayan servido hoy. Parece que ese mono no acaba de entender mi pregunta...— Entrenamiento, lecciones de historia, alguna mierda así, ya sabes.

—Ah, eso.— Se lleva una cucharada a la boca, me sorprendo en mi interior al ver que no hace una expresión de asco con esta comida.— Hoy tenemos entrenamiento. Mañana se supone que tenemos lecciones sobre la historia del gobierno mundial y el nacimiento de la marina.

Nos quedamos en silencio, comiendo como podamos esta porquería... ¡¿Acaso sacaron esto del baño o dónde demonios?! Suspiro para mis adentros y no puedo evitar saltar ligeramente por la sorpresa al oír un fuerte estruendo por el comedor; vítores y silbidos se oyen por el salón, hasta logro ver que Borsalino sonríe casi riéndose.

—Ya era hora. Pensaba que no alcanzaría a comer hoy.— Suelta, resoplando con burla.

—¿Qué demonios?

—Cállate y escucha.— Termina su oración apuntando con su servicio por sobre su hombro, hacia la entrada de la cocina.

—¡Tengo hambre! ¡Vamos!— Esa voz me suena... Horriblemente familiar.— ¡COMIDA! ¡Gracias, chicos!

—¡Terminaste temprano de limpiar! ¿Cómo lo hiciste?— Veo a un recluta acercarse, preguntando.

—Como siempre digo, la comida es más importante que cualquier deber... Claro, después de proteger a quienes lo necesiten y la justicia. El resto son cosas sin importancia... ¡Ah! ¡Suki-chan! ¡Bor-chan!

Sin siquiera preguntar si puede sentarse con nosotros, se deja caer al lado de Borsalino, golpeando la bandeja contra la mesa por accidente y salpicándome en el proceso... Claro, como era de esperar, el idiota que habla lento ya había previsto algo así, por lo que usó su bandeja vacía como escudo... ¡Gracias por avisarme, estúpido cara de mono!

—¡Ups! ¡Lo siento!— Se disculpa, haciendo una pequeña reverencia mientras junta sus manos como si rezara.

—Entonces... ¿Qué hiciste?— Veo que Borsalino le pregunta sonriendo.

—¿Qué crees que hice?— Responde, casi con una sonrisa molesta.

—Dejaste el trabajo a medio terminar y viniste a comer como si nada... ¿Me equivoco?— Noto que las miradas de todos se enfocan en ella.

—¡Lo siento chicos! ¡Esta vez si terminé a tiempo!— Oigo exclamaciones, risas y quejidos por todo el comedor, incluso de la cocina.

—¿Qué demonios?— Pregunto, mirándolos.

—¡Ya oíste, paga!— Le grita Borsalino a un cadete, el cual le da dinero de muy mala gana.— Cuando ___ es obligada a hacer algo cerca de la hora de almuerzo, hacemos apuestas. A veces apuesto a que ella terminará bien su trabajo antes de comer... Y otras veces que ella va a dejar todo a medias y vendrá a comer sin importarle ni medio Berri. Esta vez, terminó apenas a tiempo.

—Bueno, no iba a perderme la comida por nada en el mundo.— La veo llenar su cuchara de la sustancia esa.

—Pero dejarías que cualquier otro se quede sin comida con tal que tú comas, mocosa.— Respondo, molesto por lo sucedido ayer.

Todo el ruido del comedor cesa apenas pronuncio esas palabras, puedo notar que todos me observan sorprendidos y otros miran a ___ con... ¿preocupación? Hasta Borsalino pareciera estar algo tenso. Veo que ella deja su servicio junto al plato, levantándose en silencio y dejando su bandeja frente a mí, para luego darse la vuelta.

—Fue mi culpa. Aquí tienes.— Y sin decir más, camina por el pasillo hasta desaparecer de la vista de todos al atravesar la puerta de la salida.

Sueños CenizaWhere stories live. Discover now