La mujer de lluvia y tornados se encontraba de pie en el balcón de su habitaciónmientras que Kahár estaba en la playa observándola fijamente, Entropía pudopercibir como Kahár prendía su mano en llamas generando cenizas queposteriormente viajaron hacia donde se encontraba ella, envolviéndola en untornado rojo y negro hasta que una pequeña de esas cenizas se posó sobre sumejilla quemándola un poco y provocando vapor, pero más que dolor eso generó enella placer: era un contacto directo que tenía con el hombre de llamas y eso provocóque Entropía riera de felicidad y también que se sonrojara de una forma exageraday más que eso, esa ceniza hizo que dentro de Entropía ardiera un fuego carmesíque en muy pocas ocasiones había sentido, el fuego de la decisión y ladeterminación de salir a buscar eso que siempre había querido. Entropía habíatenido suficiente de haberse escondido y de haber renunciado a lo que quería, ellahabía dejado de ser la espectadora y se había convertido en el héroe y poco a poco,como si de una serie de dominós se tratara, se fueron cayendo, derrumbados por unfuerte viento nutrido de rigor, quemados por un fuego de valor, los miedos quehabrían abrumado a Entropía sólo unos días antes ahora yacían muertos. Dicen queel amor es ciego, pero no es así, el amor ve de forma diferente, el amor no ve conlos ojos sino con el corazón, el amor puede ver la naturaleza más pura y real detodo y en ese momento Entropía estaba viendo cómo ve el amor.
—Entonces el nuevo inquilino está enamorado de Entropía —pronunció el abuelomientras sus atropelladas palabras barrían del suelo a Kathryn.
—Sí —respondió ella—, y no sé si es una buena idea.
—¿No sabes? Es claro que no lo es, Entropía es una tormenta y él es un fuegosalvaje, no pueden estar juntos, por cosas como ésta es que se han extinguido pocoa poco las casas de descanso y no le veo mucho futuro a esta para ser honestos.
El abuelo se encontraba evidentemente molesto y ardía de cierta forma, pero no porla misma llama que ardía Entropía en ese momento, si no por el contrario, el abueloardía de celos y ni él se daba cuenta de eso. La belleza de Entropía se caló a loshuesos de más de uno en la casa para escribir su nombre allí, y besarlos en unhechizo eterno de enamoramiento poco fugaz.
En ese momento Entropía entró a la sala de estar y se dirigía hacia la puerta, y dealguna forma su valor viajó a través de sus vientos, que se mezclaron suavementecon el aire en una forma ancestral, para luego ser absorbidos por Kathryn, entoncesla hechicera fue al fin capaz de enfrentarse al abuelo y defender su negocio.
—Pues a mí me parece una buena idea, y desde que soy propietaria de esta casapodré aprobar su relación —dijo Kathryn.
—¿Qué dijiste? —expresó el abuelo mientras chasqueaba los dientes del enojo.
—Lo que escuchaste, Entropía y Kahár se quedan.
—Buena suerte controlando su desastre, por cierto, están a punto de chocar mesorprenderé si esta casa no se destruye luego de eso.Y ciertamente, cuando Kathryn miró hacia la puerta abierta a lo lejos pudo divisar lassiluetas de Entropía y de Kahár, acercándose poco a poco.
—¡Kuno! —gritó Kathryn.
En seguida Kuno bajó las escaleras portando su bastón y se dirigió a la playa.Entropía había provocado vientos incluso más fuertes que los que había hecho alllegar a la casa y el fuego de Kahár era imposible de contener, era un remolino defuego que se envolvía a sí mismo y se desglosaba en capas de diferentes colores, yunos tornados que se levantaban y bajaban simultáneamente acompañaba aEntropía, «ambos están ciegos» pensó Kuno, pero no, ambos estaban viendo con elcorazón. Kuno se interpuso en su camino y sacó dos bastones y en cuanto iba ahacerlos retroceder, sus bastones se prendieron en llamas y ella fue sacudida porlos fuertes vientos y allí se repitió la escena. Entropía y Kahár se encontrabancaminando el uno hacia el otro, mientras que en el fondo Kuno corría intentandoingeniárselas para extinguir el fuego de sus bastones y luego los dos se encontraronal fin, no sólo entre ellos sino que se encontraron a sí mismos, sin tocarse ambosempezaron a flotar y el fuego se combinó con los tornados en una espiralhegemónica, y cuando estaban bastante arriba no pudieron contenerse a sí mismosy se dieron las manos, al hacerlo una explosión garrafal desató una lluvia de fuego yexplosiones más pequeñas que hubiesen destruido toda la isla, pero en esemomento el abuelo había salido de la casa y absorbió con sus manos todo el caos,la energía viajó por sus brazos y se impregnó en su saco, haciendo de nuevo unode sus estampados móviles.
—Estoy muy viejo para esto —se quejó.
Y luego echó a caminar hacia adentro de la casa, topándose con Kathryn a quienignoró totalmente, luego de ver el peligro y el poder que representaba esa parejapara la isla Kathryn no se arrepintió de sus decisiones, pero sí se dio cuenta quedebía establecer límites.
Sera acababa de salir de su habitación luego de la crisis emocional que había tenidoy de que sus ojos se habían quedado secos.
—Señorita Sera —pronunció el humano en cuanto Sera puso un pie en el pasillo.
—Te dije que fueras a jugar a algún lado.
—Estaba preocupado, no tienes que avergonzarte por llorar.
Mientras que Sera introducía al pequeño humano a su recámara, en la habitacióncercana estaba Stohr sentado y con sus piernas cruzadas una sobre la otra, como siestuviese en una pose de meditación; los planetas bailaban debajo de él en esainterplanetaria habitación, sus ojos estaban cerrados y respiraba profundamente,dejó caer la bata que lo cubría y desnudó su torso. La tinta bailaba sobre su piel,generándole dolor, sus ojos estaban cerrados con presión, y el tatuaje cubría granparte de su espalda. El hechizo se estaba rompiendo y Stohr no quería decirle a sumadre para no decepcionarla, después de todo su madre lo había elegido a él, elmejor hijo. Sera hubiese tenido la oportunidad, pero era muy pequeña, tambiénestaba Kuno, pero ella claramente no sería capaz de cargar con tantaresponsabilidad. Lo cierto era que a diferencia de lo que creía Stohr, no era su culpael hecho de que el tatuaje estuviera cediendo poco a poco, la magia del sótano erademasiado fuerte y contenerla no sólo era difícil sino demandaba muchísimo tiempo.
Kathryn habría recurrido al abuelo si de capacidad para soportarlo hablábamos, sinembargo, no quería una reprimenda cuando lo hizo y por eso la madre recurrió almás capaz de sus hijos.
Stohr pronunció unas palabras y la tinta sobre su espalda volvió a acomodarse ensu lugar, soltó un grito desgarrador, pero nadie en la casa lo pudo escuchar debidoa que había hechizado las paredes previamente, había de cierta forma restaurado eltatuaje, pero no del todo, ciertas partes habían quedado bailando en su espalda.
—Sera, pero necesito ir allí —insistió el humano.
—He dicho que no —le regañó Sera.
—Por favor.
Llevaban un par de minutos con esa dinámica, el humano le rogaba y Sera enseguida le reprendía, el niño quería ir a la playa, pero Sera no se sentía preparadatodavía, tenía miedo de poner un pie en la arena y ser tragada por toda la tristeza denuevo. Sera tenía esa teoría de que, si desprendía mucha tristeza en un lugar estaquedaba atada a él, como si la tristeza pudiese invadir ciertos lugares y luego saltarde vuelta a las criaturas que se movieran por allí, además de que ver su desastretampoco sería placentero.
Tera se encontraba flotando en el sótano de nuevo, iba más allí de lo que teníapermitido y tocaba más cosas de las que debería. Tera había encontrado ungrimorio y justamente lo sostenía en sus manos mientras leía los hechizos que estecontenía, a un par de metros de distancia algo empezó a suceder, una magia poderosa empezó a desatarse y captó de inmediato su atención, en un momento sematerializó frente a ella otro gran grimorio con una figura de un dragón en la portaday a la misma vez, tres grandes huevos con escamas de colores brillantes, unonegro, otro rojo y el tercero color blanco.
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La Casa al Final del Mundo
FantasyDentro de la mente de un pequeño humano se encuentra una isla al final del mundo, dentro de esa isla se encuentra una casa mágica, conformada por cientos de universos, edificada y protegida con la sangre de los ángeles, y nacida del corazón de una h...