XXI. G.A.I.A

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—Por favor póngase cómoda —le indicó Kuno a la Diosa. 

Los elefantes reposaban tranquilos fuera de la casa, cada uno portaba dos valijas,según lo que le había dicho la Diosa a Sera las valijas portaban secretos deluniverso que ningún ser podría llegar a presenciar sin morir. Los elefantes habíantenido que reducir su tamaño para permanecer a las afueras de la casa, y la diosatambién para poder entrar. 

—No vengo a que me curen —expresó—, la Diosa creadora no sabe lo que es estarmal, o rota. Sin embargo, debo crear una galaxia acá, cerca de la vía láctea y nopodía ignorar los rumores que corren acerca de esta famosa casa de sanación.Tengo entendido que ya hay dos habitaciones que tienen partes de mi hermosouniverso.La Diosa se inclinó y tomó unas uvas del plato que Sera le había ofrecidopreviamente. Entropía y Kahár estaban sentados cerca de ella, al igual que el ángelque flotaba sobre un sillón pequeño. 

—Sí, fueron heredados a mi madre por sus ancestros ¿fue usted la que nos dioesas habitaciones? 

—No diría que se las di, más bien tus ancestros me las robaron, pensé enexterminar el planeta en cuanto me di cuenta, pero al intentarlo pude ver a loselefantes blancos que caminaban sobre esta tierra y no pude evitar enamorarme de ellos, a tal punto de que tuve que llevarlos conmigo, lloré un poco cuando me enteréde que se extinguieron en la tierra.

El niño humano bajó corriendo las escaleras, y se tropezó frente a la creadora degalaxias, Sera corrió a socorrerlo y rogó para que ello no hiciera enojar a la inquilina. 

—¿Cómo te llamas? —le preguntó el humano antes de que Sera pudiera enviarlo asu habitación de nuevo. 

—Me llamo G.A.I.A. 

—Lamento por su abrupta interrupción —habló Sera—, y por lo que hicieron misantepasados.

 —Está bien —la Diosa volvió a tomar uvas—, gracias a esas habitaciones entréinconscientemente a su preciosa casa, y pude comunicarme con varios de ustedes.Sera recordó cuando una voz le habló asegurando que se iba a sentir como encasa, y posteriormente cuando la misma voz pronunció que su naturaleza no estabaen destruir y no pudo evitar sorprenderse al enterarse que esa voz pertenecía aG.A.I.A. Entropía quien escuchaba todo lo que decía la gran Diosa, también se vioinvadida por la sorpresa, después de todo la misma G.A.I.A fue quien convenció aEntropía de entrar a la habitación de los columpios y la que le dijo que iba aempezar a vivir como se merecía. 

—¿Quién eres tú? —le cuestionó el pequeño a la mujer que portaba galaxias. 

—Soy el universo y también quien lo crea.

Todos los demás incluyendo a Sera y a Kuno se habían retirado de la sala de estar,el humano había aprovechado la oportunidad y se había escabullido a la mismacomo una sombra misteriosa con tal de hablar con ese maravilloso ser. 

—Nunca escuché de ti —el humano se metió en el mismo sillón en el que estabaella.

—No me extraña, fueron esos malditos egipcios. 

—¿Los egipcios? —preguntó el humano calcinándose en curiosidad. 

—Sí, yo creé las pirámides que los hicieron famosos, les presenté a todos los diosesque conocieron y ¿cómo me pagaron? borrándome de la historia para siempre —exclamó la Diosa, a medida que la ira se reflejaba en su rostro. 

—Ellos fueron malos —dijo el niño afectado por el relato. 

—Sí, pero ¿por qué crees que se extinguieron hace tanto? Nadie se mete con eluniverso y se sale con la suya. 

La Casa al Final del MundoWhere stories live. Discover now