XIX. Una frágil tormenta.

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—¿Qué fue eso? —Sera reclamó por explicaciones. 

Kathryn estaba sentada frente a todos sus hijos, Kuno aún no tenía resolución a laconfusión que la había aturdido antes, Tera recién había salido de su habitación eintentaba ponerse al tanto de la situación, y el corazón de Stohr había quedadototalmente destrozado luego de que su mayor temor por fin se había hecho realidad,su tatuaje había dejado de funcionar, el trabajo más importante de la casa habíarecaído sobre sus frágiles hombros y él lo había dejado caer sin cuidado y lo habíaroto. 

—Necesitamos explicaciones —la apoyó Kuno. 

—¡Esos eran dragones! —gritó Sera totalmente consumida por la impotencia.Tera abrió en gran manera sus ojos, y un recuerdo se asomó sigiloso en su mente,los huevos que había visto en el sótano previamente y el grimorio con un dragóndibujado. 

Kathryn se vio obligada a confesar, les contó acerca de los huevos de dragón, lescontó cómo su familia persiguió a los dragones hasta su extinción y posteriormenteconservaron los últimos huevos debido a un leve sentimiento de culpa, explicó comomás tarde surgió la casa de sanación, y la forma en que necesitaban una fuertedosis de magia para mantenerla oculta, en ese momento habló sobre cómo selló loshuevos a través del grimorio y luego con lágrimas en los ojos confesó cómo tatuó la espalda de su hijo cuando éste todavía era un niño, para mantener controlada lafuente de energía mágica. Stohr sirvió durante toda su vida para llevar a cabo estafunción, sin embargo, el tatuaje no iba a durar para siempre y eso no era culpa deél, pero aun así sus lágrimas continuaban purificando su alma. Stohr sintió quehabía perdido su única razón para vivir. La verdad le supo ácida a Kathryn, perotambién le supo a lo correcto y a lo mínimo que podía hacer, iba a ser difícil arreglarese desastre, pero la verdad siempre es un buen lugar para empezar cuandoquieres reparar algo.

—Pero no entiendo —Kathryn se escuchaba ansiosa—, entré hace pocos días y loshuevos permanecían ocultos, no entiendo porque... 

—Yo... —alcanzó a hablar Tera—, yo los vi cuando bajé al sótano, pero los ocultécon un hechizo, creí que había funcionado. 

—¡Es tu culpa! —le acusó Kathryn. 

—Mamá —interrumpió Sera—, esto es tu responsabilidad, y nada más tuya. 

Todos estaban conmocionados, Kuno ayudó a Stohr a ponerse de pie y luego seencaminó con él hasta dejarlo recostado en la cama de su habitación. 

—¿Por qué querría dragones? —preguntó Sera a Kuno.Ambas estaban al pie de la cama de Stohr, era como si el tiempo hubiese sidoretrocedido, invertido y apuñalado, Stohr estaba actuando como un pequeño niñorefugiándose en la calidez y la paz que sólo un fuerte llanto eterno podría brindarle, mientras que sus hermanas menores intentaban cortar los árboles que no dejabanver la luz que iba a dar resolución a ese entramado misterio. 

—Es extraño —pronunció Kuno—, ellos no tenían interés en casas de sanación.

 —Eso nos dijeron, pero ¿alguna vez dijeron la verdad? 

—¿Qué va a pasar con la casa ahora? Es decir, alguien podría verla ¿cerraremospuertas acaso? 

—No Kuno, es tiempo de que seamos nosotras quienes tengamos el control de lacasa, es una época difícil para heredar la responsabilidad, pero no podemos darnosel lujo de que la última casa de sanación deje de existir. 

La mirada de Kuno se estrelló en segundos contra la de Sera y sus corazones sefusionaron en sintonía, ambas pensaban lo mismo y estaban decididas, y cuandodos corazones tienen la misma misión, no hay barrera que los detenga.

La Casa al Final del MundoWhere stories live. Discover now