Una tarde todo cambió; sin avisarme la vida llegaste tú a esa fiesta tan aburrida. Sonó la puerta y como buen amigo del anfitrión me dirigí a abrirla. Sonó otra vez y tiré de la misma para encontrarte con esos jeans gastados, tu camiseta favorita y unos Converse sucios. Me congelé no sé que tiempo: mi mente entró en shock cuando vi tus ojos café y esa mirada de desconcierto. No supe que decirte. Te indiqué que te adentraras en la fiesta. Nunca antes te había visto y desconocía la razón de tu presencia. Trate de olvidarme un poco de ti entre alcohol barato y mala música. Cuando pusieron mi canción solo supe bailar al ritmo que dictaban las notas. Entre saltos y locuras tropecé con alguien. La poca iluminación que daban los haces de colores no me dejó identificar quién era, más el alcohol encontró su manera de subirseme a la cabeza y bese esa sombra esperando un rechazo inmediato pero la reacción fue diferente a la esperada. Esa sombra me devolvió el beso para luego desaparecer cual Cenicienta tras las 12:00. Eso es todo lo que recuerdo de tu entrada a mi vida; gracias a la gran resaca que vino al día siguiente.