Capítulo 2

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- Alejandra- gritó efusiva esa voz femenina que tanto había extrañado, corrió hacia mí y se agachó para abrazarme

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- Alejandra- gritó efusiva esa voz femenina que tanto había extrañado, corrió hacia mí y se agachó para abrazarme. Apretó los brazos alrededor de mi cuerpo y yo le correspondí, era tanto el tiempo que había estado separada de mi mejor amiga y aquellas conversaciones telefónicas llenaban no totalmente el vacío- ¡pero como has cambiado!

- ¿Cuál cambio? Sigo igual desde la última vez que nos vimos- dije y me separé.

- Por favor, tu cabello es diferente- observó.

- ¿La maraña de pelos que cargo en la cabeza? ¿Que diferencia tiene? Sigue igual de despeinada que hace años- bromeé- pero tu tampoco has cambiado mucho.

Efectivamente, Maca no había cambiado en lo absoluto, excepto por unos cuantos centímetros menos agregados a su cabello castaño y lacio. El fleco ya no caía en su frente hasta llegar a sus ojos, y el cabello ni siquiera alcanzaba una medida cerca de sus frágiles hombros que un suéter verde cubría- ejem- el joven que estaba a nuestro lado, Santiago, se aclaró la garganta haciéndose notar. Ambas lo miramos.

- Ay lo siento- dijo Macarena dándole un rápido abrazo con uno de sus brazos- es que estoy tan emocionada- dijo, y la flamante sonrisa en su rostro se expandió aún más cuando me miró- hay tantas cosas que quiero contarte- me avisó.

- ¡Yo también!- musité emocionada.

- Supongo que ya se conocieron- volvió su atención a Santi.

- Sí- dijimos los dos al mismo tiempo y luego reímos por nuestra sincronización.

- ¡Esto será genial!- exclamó Maca, se levantó del piso junto con Santi, mientras yo me quedé allí sentada- pero, ¿qué haces allí? Levántate, ¿por qué no entraste?

Él me extendió la mano para ayudarme a levantarme. El deseo de tocar su excitante piel de nuevo me invadió al ver la palma de su mano extendida hacia mí. La tomé y me ayudó a separarme del piso- gracias- murmuré, él solo me sonrió, separando los dos engranes que se habían unido de nuevo- es que dejaste la llave equivocada- me quejé intentando mirar a mi amiga y no a la perfección que tenía a mi lado.

- ¿La llave equivocada?- se sorprendió.

- Sí- le di la llave que guardaba en el bolsillo de mi chaqueta.

- Oh perdón- me sonrió- sí, me confundí- buscó en su bolso y encontró un juego con tres llaves- era esta- se quedó en silencio un momento- eso me recuerda que le tengo que dar las gracias a la señora Díaz por hacerme el favor de entregarte la llave.

- ¿La vieja gruñona del 308?- pregunté, apuntando con mi dedo pulgar hacia dicha habitación.

- Oye, no es tan gruñona, es linda cuando quiere- se encogió de hombros.

- Y digamos que casi nunca quiere, ¿verdad?- hice un ademán de susto. La vieja no se había comportado del todo amable conmigo- ¿no pudiste haberme dejado la llave correcta con alguna otra persona menos amargada?

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