Capítulo 29

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Era irónico, porque a pesar de que estaba consciente de que el tiempo pasaba, aun cuando aquí corriera seis horas atrás y que ya llevaba consigo más de un mes; para mí, el tiempo transcurría demasiado lento, los días se habían vuelto perezosos que...

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Era irónico, porque a pesar de que estaba consciente de que el tiempo pasaba, aun cuando aquí corriera seis horas atrás y que ya llevaba consigo más de un mes; para mí, el tiempo transcurría demasiado lento, los días se habían vuelto perezosos que de cierta manera le habían quitado el sentido al calendario y a cada hoja que se desprendía de éste.

El dolor no había disminuido para nada; lo que sí, esque yo ya me había acostumbrado a él. Para mí ya se había vuelto común tenerlo enterrado en mi corazón, sintiéndolo removerse como la hoja afilada de una daga. Ya me daba igual.

En nochebuena estaba sola, tomándole fotos a los copos de nieve que caían del cielo oscuro, me sentía patética. En año nuevo no fue distinto, la misma sensación de patetismo y fotografías tristes. Me comunicaba por Internet con Rob, nada más con ella, porque no quería relacionarme con alguna persona que haya cruzado más de una remota conversación con... bueno, con él.

Según Rob, las cosas con Mau iban viento en popa, por fin Mau había salido del cascarón de la timidez y le había pedido de la manera más hermosa que fuera su pareja. No fueron celos los que sentí, sino, algo más parecido al dolor, a la envidia de saber que ellos podrían ser felices con el otro a quien quieren mientras yo había perdido todo lo que amaba. Pero aquí seguía, tratando de ser fuerte y no caer. Tratando quizá inútilmente, porque todas las sonrisas que yo daba, no eran alegres y podía sentirlo, pero allí estaba, sonriéndole al mundo; ignorando a los pensamientos que me traían su imagen a mi mente convirtiéndose en recuerdos que me asfixiaba pero que a la vez me hacían respirar.

— Qué crees que conseguí— me dijo Bernardo, animado y sonriendo, con esa expresión de adolescente que se asomaba a su rostro cuando algo lo emocionaba. Mi mente volvió al presente y lo miré esperando a que siguiera hablando— ¡Vamos a tomar fotografías en la presentación que va a dar Carlos Rivera para la obra de caridad del Instituto Vidas!— me sujetó por los hombros pero no me sacudió, como era su costumbre.

— ¿Y eso cuándo es?— inquirí, tratando de entusiasmarme.

— ¡Para el martes!— y fue allí que me sacudió.

— ¿Este martes? — abrí los ojos de par en par, captando en mi visión todo el rostro de Bernardo. Hoy era domingo.

— ¡Sí! ¿No es genial?— me dijo y me volvió a sacudir.

— Supongo— traté de regalarle una sonrisa.

— Será genial— sonrió— mañana voy a tu casa para ponernos de acuerdo, ten una linda noche— me abrazó.

—  Adiós.

— Hasta mañana.

Me giré para caminar hasta mi casa y dormir, intentar tener la "linda noche" que Bernardo había dicho, pero lo cierto es que todas mis noches eran aburridas y monótonas y a veces en sueños, me escuchaba nombrar.

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