10- Insultos y un gilipollas.

8.1K 621 69
                                    

                   Insultos y un gilipollas. Nothing Else Matters (Metallica)

10- Insultos y un gilipollas.

ERIK

Sin duda, yo era único en el mundo.

Era la única persona que intentaba alejarse de alguien para evitarle toda clase de sufrimientos y que a la vez se acostaba con ella.

Me recriminé mil veces ser tan absurdamente idiota, pero, sólo con mirar hacia mi lado y encontrar el cuerpo desnudo de Gina, dejaba de arrepentirme de lo que había pasado.

Juro que yo no quería, había estado dispuesto a no volver a hablar con ella, a terminar el curso sin que Gina me dirigiera una sola mirada más, pero al parecer ella no lo estaba tanto.

Recordé la última vez que me había acostado con una chica.
Estábamos en el coche de un amigo, fue la peor noche de mi vida.

Después de eso, mis padres no tardaron en decidir mandarme a Phoenix con mis abuelos. Estaba lo suficientemente lejos para perder el contacto con la mayoría de gente que conocía en Washington (al menos con la gente que no merecía la pena) y, a la vez, mis padres podían olvidarse de mí durante un tiempo.

Desde que estaba allí sólo me habían llamado dos o tres veces, pero al menos, el contacto con mis buenos amigos de Washington no había mermado ni un poco.

Volví a observar a Gina. Estaba tumbada, desnuda entre las sábanas de mi cama y con los ojos cerrados. Sentí ganas de abrazarla, de besarla de nuevo y simplemente tenerla ahí, conmigo. Me habría gustado que ese momento no se acabara, pero eso no era posible.

¿Qué había hecho? ¿En qué estaba pensando al acostarme con ella?

Me levanté de la cama con lentitud y busqué mis bóxers negros por el suelo. Me los puse, suspirando.
Eso tenía que acabar, Gina no merecía meterse en un caos como el que era mi vida.

Mi mente comenzó a pensar una bonita forma de alejarla de mí para que no quisiera volver a verme nunca, pero me temo que no la encontré. Debería hacer otra cosa, algo duro… algo que hiciera que no volviera a acercarse a mí.

De pronto lo tenía:
¿Qué hay más asqueroso que un cabrón que sólo busca sexo?

Ella abrió los ojos al oírme comenzar a vestirme y se quedó mirándome con una tenue sonrisa en el rostro. Se me partió el corazón, pero finalmente tomé aire profundamente y decidí cortar con eso.

—Bueno, ya tienes lo que querías —dije.

Gina alzó una ceja.

—¿Cómo? ¿Qué quieres decir? —se incorporó lentamente en la cama.

La miré fijamente mientras me ponía los pantalones.

—Venías a por un polvo, ¿no? Pues ya está. Ahora vete, por favor —hice un gesto con la mano, señalándole la puerta.

Gina se levantó, envuelta en mi sábana para cubrir su desnudez.

—¿Se puede saber qué mosca te ha picado? —exigió—. Sabes que no he venido por eso…

Su voz se quebró.

Humillada, cogió su ropa y comenzó a vestirse rápidamente, evitando mirarme.

Me las arreglé para que mi tono de voz reflejara una extraña alegría.

—Míralo por el lado bueno —dije—. Te has vengado un poquito de lo que esos idiotas te han hecho durante tanto tiempo. ¿No te sientes bien?

Se giró hacia mí mientras se ponía su camiseta. Sus ojos estaban brillantes, como si fuera a ponerse a llorar de un momento a otro.

Escoria.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora