The Last Garrison. (Enter Shikari)
EPÍLOGO
ERIK
Miré hacia mi móvil con nerviosismo, acababa de recibir un WhatsApp de Karen. Lo abrí con aire ausente mientras caminaba por la calle.
“Mucha suerte, muchacho. Respira hondo y reza por sobrevivir a esto… ¡Muchos han muerto intentándolo!”
Respondí en tan sólo tres palabras.
“Que te den.”
Sonriendo tenuemente por el mensaje de Karen guardé el móvil en mi bolsillo y seguí andando lentamente. Quizás, cuanto más despacio caminara, más rápido pasaría el tiempo… Pero no fue así. En apenas un par de minutos llegué a la puerta de su casa. ¿Me atrevería a llamar?
No, no, decidí que no.
Comencé a darme la vuelta cuando, de pronto, la puerta se abrió y un niño pequeño, de unos siete años, se quedó mirándome con los ojos castaños muy abiertos.—Te hemos visto por la ventana —me dijo.
“Oh, qué bien.” Pensé.
Mi intento fallido de huida se había visto truncado, así que ya no había forma de escapar. Me giré hacia el niño y sonreí lo más amablemente que pude.
—Tú debes de ser Charlie —dije.
El niño negó con la cabeza y la puerta se abrió un poquito más. De pronto otro niño exactamente igual que el anterior apareció en escena.
—Charlie soy yo, él es Jaime.
Gemelos. Y por si fuera poco… ¡gemelos de siete años!
Me acerqué hacia la puerta, ya no podía retrasarse aún más lo inevitable, y de pronto apareció una mujer joven, con el cabello teñido de granate y unos impactantes ojos azules.
—Oh, ¡tú debes de ser Erik! No te hemos oído llegar.
Parecía emocionada, y en tan sólo unos segundos se abalanzó sobre mí, dándome un fuerte abrazo y varios besos por todo el rostro.
Abrí mucho los ojos, sorprendido, y entonces la vi.
Plantada en la puerta, con una enorme sonrisa en el rostro y vestida con un vestido rojo con cuadros negros, Gina contemplaba, divertida, cómo su madre intentaba asfixiarme de amor.
—¡Pasa, pasa! —dijo la mujer cuando por fin terminó de besarme—. ¡Qué ojos más bonitos tienes! Veo que mi hija no es tonta…
En la puerta, Gina me agarró de la mano y me abrazó unos segundos. El calor de su cuerpo me transmitió una extraña sensación de tranquilidad y no pude evitar desear besarla intensamente y pasar todo el día con ella en mis brazos.
—Relájate —me susurró—. Les vas a encantar.
Su voz suave y su olor afrutado me dotó de ánimos de pronto.
—Estás preciosa —le dije en voz baja.
De pronto sentí un empujón en la pierna y otro niño, de unos cinco años, apareció de pronto, entre Gina y yo.
—Gina, ¿os vais a besar? —dijo el pequeño.
—A este paso parece que no —musité.
Gina rió.
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Escoria.
Teen FictionNovela juvenil. A veces la vida es tan monótona y aburrida que sientes ganas de gritar durante horas. Gina vivía con esa sensación constantemente, la de estar atrapada en una realidad que ella no había elegido y sentir que había una parte de ella mi...