Capitulo doce.

708 75 17
                                    

Aquella semana Louis se la pasó organizando la fiesta: el catering, las bebidas, la música y los camareros. Decía que podría contratar a un organizador de fiestas, pero que le divertía hacerlo por él mismo, aunque a mí todo eso me hacía sospechar que la fiesta no iba a ir solo unos pocos buenos amigos como él había dicho. De hecho luego descubrí, la lista de invitados ascendía a casi cincuenta personas. Cada vez me sentía más a disgusto con la idea de estar en un lugar lleno de desconocidos.

Al final llegó la noche del viernes y me vestí sin mucho ánimo de festejar. Me puse la ropa que Louis me había comprado. Antes de ir a la fiesta fui un momento afuera, sentí cierto alivio al salir a la calle.

La noche estaba fresca y el cielo despejado. Encendí un cigarrillo y lo fume con tranquilidad, volví a entrar topándome con Charles el portero que estaba sentado tras su mostrador comiendo.

—Señor Tomlinson, el señor Louis ha tenido la amabilidad de bajarme algo de comer y una buena copa de vino —dijo sonriendo

—Ya veo.

Sonreí y le dije a adiós con la mano y subí de nuevo por el elevador.

Cada vez me sentía más nervioso, y estaba convencido de que no me iba a sentir a gusto. Mis peores temores se hicieron realidad cuando las puertas se abrieron y me vi en medio de una situación casi surrealista. Mucha gente estaba de pie, charlando en pequeños grupos y varios camareros caminaban entre la gente llevando bandejas con copas de champán. Vi a una mujer que se acercaba a mí. Era alta y muy delgada, con una cintura ridículamente estrecha, bajo un ceñido vestido negro que dejaba poco a la imaginación. Su melena ocultaba uno de sus ojos y en sus labios rojo vinilo podía verse una sonrisa de lujuriosa satisfacción. Parecía Gilda, sólo que era morena y no pelirroja. Se paró delante de mí y me miro con interés.

—Hola encanto, ¿y tú quién eres? —me dijo mientras me tendía una mano.

—Me llamo Harry —añadí sintiéndome ridículo por tener que dar explicaciones a una extraña en mi propia casa.

—Jennifer —me contestó—. ¿Has venido solo?

Esta es mi casa, idiota.

Noté un brazo que rodeaba mi cintura y oí la cálida voz de Louis. Llego justo a tiempo para salvarme de una vagina.

—Ni se te ocurra, este chico es mío —dijo mientras me besaba la frente—. Hola pequeño.

Me giré para mirarlo y me encontré con sus preciosos ojos azules.

—Hola —musité con voz de tonto.

—Louis, yo no le perdería de vista, porque está como un culo

—Sí, es verdad que lo es. —Louis le sonreía, al menos en apariencia, pero me fijé en que no estaba sonriendo de verdad. Su gesto era falso y forzado y su expresión se había ensombrecido—. Será mejor que me lo lleve, no me fio de ti.

—Y haces bien —le contesto ella riendo—. Los dejo, tengo que seguir buscando compañía para esta noche, odio pasar sola mi cumpleaños.

Me guiño un ojo, seductora, y se alejó contoneándose. Louis meneo la cabeza sonriendo.

—Una vieja amiga, es incorregible. Toda una femme fatale, no te le acerques. Es capaz hasta de seducir un piedra —dijo Louis.

Sonreí divertido y me abrace de él

—¿No me digas que estas celoso?

—La conozco muy bien, y si ella se interesa por mi bebé no está de más que me ponga en guardia.

PandemoniumDonde viven las historias. Descúbrelo ahora