Capitulo 8

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Hacía poco menos de una hora que el sol había salido y Henry ya estaba en el parque de siempre. Su corazón bombeaba con fuerza, su pecho tomaba el oxígeno a un ritmo calmado y constante, como el de cualquier deportista en plena forma. Llevaba unos pantalones holgados que le permitían mover sus piernas con comodidad, su camiseta estaba impecable, a pesar de llevar una hora corriendo, y sus zapatillas estaban poco desgastadas. Cualquiera que le viera pensaría que era la típica persona que se compra todo el equipo necesario para ser un buen deportista, la usa el primer día para presumir, y después lo enterraba en el armario. Pero Henry no podía evitar comprarse unas zapatillas nuevas en cuanto veía las suyas un poco desgastadas. Tenía los auriculares en la oreja, no era precisamente un amante de la música, prefería escuchar su propia respiración, o el sonido de sus suelas deslizarse por el asfalto, pero últimamente le gustaba distraerse para no perderse en sus propios pensamientos. Escuchaba la radio, algún programa de deportes que diera todas las novedades, o se ponía alguna de las pocas canciones que le gustaba de la radio. Se había convertido en una rutina correr en aquel lugar, ya podía reconocer cada cara con la que se encontraba diariamente en aquel sitio. Jóvenes ejecutivas que corrían con las gafas de sol, buscando un desahogo en sus trabajos. Hombres de cuarenta años queriendo recuperar la juventud que ya se les agotó. El tipo que limpiaba el parque cada mañana, recogiendo lo que los jóvenes tiraban en la noche. Nike se había detenido para olfatear algo. Henry no se detuvo, sabía que su perro llegaría a él y le adelantaría en unos segundos. Sus piernas seguían el trote. Habían pasado dos años desde que se fracturó la pierna. Ahora estaba como nueva, solo una pequeña cicatriz dejaba en evidencia lo que una vez le había ocurrido. Nike llegó hasta él y se colocó delante. Era esbelto, rápido y muy ágil. No era por presumir, pero su perro estaba hecho a su medida. Podía dejar para el arrastre a cualquier chucho que se le pusiera por delante. A pesar de lo que muchos pensaran al verle, no era ningún perro pijo. Podía comerse lo que fuera, y aunque no era ya precisamente un cachorro, le encantaba jugar. Con niños, jóvenes, adultos... Cualquier persona que se pusiera en su camino. Era un auténtico huracán. En cientos de ocasiones, Henry había tenido que reconocer que no le podía seguir el ritmo. Siempre lo llevaba con él cuando salía a la playa, a las canchas, o al parque con sus amigos. A Chace le encantaba Nike, sobre todo porque nadie atrapaba las pelotas como él, ni siquiera Chris, que era el running back más rápido. También había puesto en ridículo en varias ocasiones a Henry, quitándoles la pelota a unos completos desconocidos, por ejemplo, que después se veían incapaz de recuperar. Henry tenía que ponerse serio o sabía que tendría que pagar una pelota nueva a todos los desconocidos. Cuando les robaba perritos calientes a los despistados, o lamía los helados que los niños dejaban a su alcance... Henry se disculpaba, pero no podía culpar a su perro. Si se lo ponía tan a huevo, ¿qué iba a hacer? Su perro no era tonto. Es más, era muy inteligente, y le encantaba fardar de ello. Nunca pensó que pudiera sentir eso por un animal. Amistad. Porque era eso, verdadera amistad. Henry volvió junto a Nike a su piso. Abrió la puerta y en seguida el perro fue directo a su cuenco de agua. Henry dejó las llaves en la encimera y se quitó la camiseta mientras iba hacia el baño. Una ducha fresca como la mañana, sumado a una hora de deporte, y estaba como nuevo. Agarró de su armario un traje azul marino, junto a una corbata que hacia juego con sus ojos. Miró su reloj de pulsera y fue directo hasta la puerta. Revolvió el pelaje del cogote a Nike y se apresuró a salir. Llamó al botón del ascensor y en seguida la puerta se abrió. Dentro pulsó para bajar. Cuando la puerta comenzó a cerrarse, escuchó una voz que reconoció.

—¡Espera!

Henry no se molestó en parar la puerta. Cuando estuvo a punto de cerrarse, una mano con uñas esmaltadas la detuvo. La puerta se abrió. Monique le fulminaba con la mirada. Henry ladeó una sonrisa sin poder evitarlo.

—¿No sabes lo que significa "espera"? —inquirió ésta, entrando mientras se colocaba la chaqueta.

—Sabía que podrías llegar a tiempo. No me culpes por tener altas expectativas sobre ti.

Only Three WishesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora