Capitulo 12

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El aire acondicionado estaba en su máxima potencia. Los Ángeles en junio no era un gran momento para estar trabajando en un despacho, a no ser que se tuviera una de esas máquinas de aire fresco. Jonah llevaba una hora repitiendo la misma historia una y otra vez. La razón era que frente a ellos tenían al cliente más idiota que jamás hubieran conocido. Era un tipo robusto, entrado en los cincuenta años, un hombre que había podido solucionar todo con dinero, y que por primera vez no estaba pudiendo enmendar sus errores con ello. Su padre detestaba a ese tipo de hombres, y ahora Henry sabía por qué. Lo tienen todo y son incapaces de ver la caída, aun cuando ya estén a un palmo del suelo. Eran como adolescentes en el cuerpo de un adulto, y con mucho poder. El poder había que saber racionarlo, eso le había dicho su padre. Jonah desquiciado, miró a Henry, pidiendo ayuda. Henry asintió.

—Señor Steven —dijo Henry llevándose la atención del cliente—, el Tribunal Supremo dictaminó que su empresa debe seguir pagando las compensaciones por los daños que ocasionó el escapé de su fábrica en Scottsdale. Van a tener que continuar hasta que la corte decida escuchar nuestros argumentos sobre la validez de los reclamos.

—¿Y cuándo escucharán? —inquirió el hombre malhumorado—. Mi empresa ya ha pagado más de 12.000 millones de dólares.

—Ese dinero fue para responder a las demandas de individuos, empresas y entidades gubernamentales —explicó Henry de nuevo, pues Jonah ya se lo había dicho a aquel hombre cinco veces desde que estaban allí—. Ahora habrá un juicio que determinará cuánto debe su empresa en multas por violaciones a las leyes medioambientales.

—¡Que disparate! —exclamó el señor Steven—. ¡Eso me dejará en la ruina!

¿Y qué otra cosa esperaba?, le dieron ganas de decir a Henry.

—Sus antiguos abogados llegaron a un acuerdo con la mayoría de los demandantes del sector privado para cubrir daños por un valor de unos 7.800 millones de dólares.

—Sí, y aquello me pareció una aberración, por eso les he contratado a ustedes —dijo el hombre con hostilidad, mirando a Jonah y Henry como si no estuvieran haciendo bien su trabajo.

—Tranquilo, señor Steven. Nuestro plan es argumentar una interpretación errónea por parte del administrador de reclamos que contribuyó a elevar el coste a más de 9.200 millones de dólares —explicó Henry. Se había pasado la semana con Jonah buscando cualquier alternativa para aquel hombre, aunque para ello tuvieran que recurrir a falsas acusaciones—. Apelaremos al tribunal que algunos de los pagos se dieron a entidades cuyas pérdidas no estuvieron relacionadas con la fuga de su empresa.

El hombre asintió, y pareció entender por fin. Sin embargo, parecía que ese hombre no les iba a poner las cosas fáciles.

—¿Me devolverán mi dinero? —preguntó.

Henry le miró incrédulo. Hasta a él que sabía que ese hombre no tenía muchas luces y que estaba demasiado metido en su propio culo, le sorprendió aquella pregunta.

—Su fábrica mató a once personas —dijo Henry entonces, como si estuviera diciendo una obviedad. No podía más con ese imbécil, por muchos miles de dólares que le estuviera pagando—. Por supuesto que no le devolverán su dinero —escupió Henry sin poder contenerse—. De gracias que podamos reducir la sanción y de que no esté hoy mismo en la cárcel con todas sus fábricas cerradas.

La mirada de aquel hombre se oscureció.

—Cuidado con el tono que usa conmigo, maldito picapleitos —dijo el señor Steven señalándole con el dedo. Era la primera vez que llamaban a Henry "picapleitos", ya podía considerarse un abogado en toda regla, pensó—. No soy ningún paleto idiota.

Only Three WishesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora