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Era aburrido, estresante y triste ver la misma expresión en el rostro de los chicos, aunque ya había costumbre. Aburría mucho el pensar que las personas no sabían el valor de las cosas ¿de qué vale tener algo si al final no sabes su valor? Podrías tener algo insignificante como una pequeña hoja de un árbol seco y es probable que esta tenga mucho más valor que gemas...

Estaba colocándose la ropa que el chico le había entregado, era algo demasiado opuesto a ella, unos shorts, y unas zapatillas con lazos los cuales se envolvían en sus piernas; agradeció internamente por la parte de arriba ya que era un abrigo que le quedaba totalmente grande. Al finalizar tomó sus cosas y un respiro salió desde lo más profundo de ella, se dirigió hacía la parte principal del hospital donde allí podría pagar lo que debía. Al llegar una chica morena y alta, con uniforme azul estaba detrás del espacio de lo que se podría llamar recepción. Arregló sus lentes y miró a la chica con atención.

-Hola. -Una sonrisa se dibujó sobre sus labios, al obtener la atención de la chica continuó. -Soy la chica de la habitación 403, vine para pagar los gastos.

-Su deuda ya fue pagada señorita, espero se recupere pronto y que tenga un buen día. -Y sin más, salió de su lugar de trabajo y caminó hasta Dios sabe a que lugar.

La chica se quedó en su mismo lugar pensando en quién pudo saldar su deuda, después de unos cinco minutos parada en el mismo lugar cayó en cuenta de que podía haber sido el chico de la noche anterior, lo pensó porque nadie mandaría a uno de sus trabajadores a entregar ropa a menos que sea a alguien de importancia. Caminó y ignoró su alrededor, su teléfono no tenía carga y debía ver que hacer para que su jefe no le descontara el sueldo por los días que faltó. Tenía también que ir a la universidad ¡oh, Dios, había demasiadas cosas que hacer!

Al estar fuera del hospital se preguntó cómo iba a irse de vuelta. Recordó que la noche en la que ocurrieron los sucesos no llevó bolso, sólo su teléfono. Suspiró. Siguió su camino y en medio de este cantó varías canciones, sólo para distraer su mente ya que la música puede con todo y sí, era cierto. Siendo completamente sincera llevaba una hora de camino. Y sus pies estaban cansados, el dolor de sus costillas se había hecho presente y tuvo que respirar hondo para que se pasara, de un momento a otro ya estaba caminando de manera coja y, estaba dispuesta a detenerse y descansar y así, lo hizo.

2 horas antes.

-¿Que carajos haces aquí, Lucas? -Había llegado del hospital y de inmediato se había dirigido al despacho de su jefe.

-Estoy aquí, hay mucho que hacer ¿no? -Su jefe se había puesto de píe y había mirado su Rolex de la mano izquierda.

-Y de aquí te fuiste hace tres horas ¿no?-Lucas miró a su amigo con atención.

-¿A qué viene esto? -El chico hizo un ademán en sentarse pero la mirada de su amigo lo frenó.

-Pegas si quiera un dedo a esa silla y te vuelo la cabeza. Sé que no lo hiciste porque tal vez ella no era de tu gusto y eso a mi no me importa. Irás ahora mismo hasta donde quiera que esté ella y la traes aquí. -El miró a su jefe con cara de broma.

-¿Es un chiste, no?-

-Ahora. -Y una mirada totalmente fría había sido adoptada por los ojos del chico.

Tiempo actual.

En estos momentos ella estaba sobre un cómodo asiento y su cabeza estaba pegada a la ventana de un auto, no había cruzado palabras con el chico y tampoco lo deseaba ¿es normal detestar a las personas sin haber convivido con ellas? Es probable que el fuese buena persona pero ella ya no quería si quiera saber su nombre.

No me sueltes.©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora