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Sus ojos miraban su rostro fijamente a través del espejo, era fin de su reinado.

El hombre el cual era dueño casi de media ciudad y que se sentía más vacío que una pecera sin peces estaba más que listo, Myke miraba cada rasgo de su rostro con atención.

Ella tenía razón, él era un narcisista sin corazón, no tenía nada dentro de él y cuando pensó que podría lograr llenarse todo se echó a perder, Elizabeth, aquella chica era alguien la cual no tenía idea de con quién se había metido en el momento en que entró a ese lugar, ella había puesto todo fácil. Todo lo que le pasó fue sólo por mirar sus ojos, ¿no te has enamorado de los ojos de una persona?

Las preguntas que le había hecho Elizabeth sobre porqué era así deseaban ser respondidas pero ella no era nadie para saber sobre él, Myke sin apellido, era nadie, una persona que no fue siquiera reconocida por su familia y que fue violado por su tío. Su madre lo vendía, «¿por qué lo haces mamá?» muchas veces le hacía esa pregunta a su madre pero esta solo lo miraba fijamente y le decía: «Todo se paga»

Su padre era un hombre ocupado el cual sólo llegaba a casa, cogía a su madre, dormía, despertaba y mandaba. Llenaba la casa de dinero pero no de su presencia, Myke era tratado como un príncipe pero para su tío era una princesa. Aquel hombre sin remordimiento, sin corazón, sin nada dentro de él era el líder de la mafia en esos momentos, era dueño de media ciudad y podía permitirse todo lo que quería lo conseguía, él era el rey.

Aquel chico de pocos años odiaba cada vez que su tío llegaba y le hacía todo lo que quisiera, pero siempre se pasaba por las palabras de su madre. Amaba a su madre, pero, era una mala mujer.

Habían pasado algunos años y en esos su padre había muerto él había heredado todo, su madre no quiso hacerse dueña de nada de eso, su madre le había dicho que esa era su primera paga. Luego de un tiempo él obtuvo su venganza, había matado a su tío no sin antes hacer que él dejara todo a su cargo. Ya no era un príncipe, era un rey y por eso se hacía llamar así, él era eso.

Su primera muerte fue su tío, la segunda su madre, era probable que lo desmintiera, que dijera que murió por alguna enfermedad o que estaba lejos de él pero eso no era cierto. Mató a su madre luego de aprender todo lo que se refería eso, las palabras que le dijo fueron: «Lo siento madre pero todo se paga y yo no quería esto» y tras eso la luz se perdió de los ojos de su madre.

No se arrepentía, Myke no era un hombre de arrepentimientos y por ende esa era esa la razón por la cual seguía de pie frente aquel espejo, tenía a la policía comprada pero no a toda ella. Su hombre de mayor confianza lo engañó y delató con Xander el cual era su enemigo a muerte, era obvio que él iba a aprovechar eso. Mandó toda su información de forma anónima a toda la policía del país.

—¡Maldito Xander, cuanto te odio! —Gritó con sus ojos llenos de lágrimas de furia.

Todo lo que había pasado para nada, para que un imbécil sentimental lo arruinara absolutamente todo, los odiaba.

—Señor, ¿está seguro que quiere quedarse? —La voz de Jonathan se escuchó. No valía de nada que se escapara y por ende decidió tomar dinero de una de las cajas fuertes del lugar, desesperado. Parecía que se estuviese robando a si mismo, se veía patético.

Escuchó el abrir de la puerta y cerró sus ojos suspirando, no se movió, se quedó ahí. Poco a poco sintió como aquella presencia de acercaba a su espalda y sintió como una mano se colocó sobre su hombro.

—¿Estás bien Myke? —Lizzie, aquella chica aún seguía ahí, parecía masoquista pero por lo menos alguien se interesaba por él.

—¿Como te enteraste? —Ambos seguían en la misma posición sólo que para ese entonces la mano de la chica ya no estaba en su hombro.

—No eras deseado Myke, todos lo saben.—La actitud de hacía unos meses de la chica volvió, la actitud sumisa, la tímida, la sensible.  Sus palabras habían salido suaves, bajas.

—¿Que haces aquí entonces? ¿que rayos buscas? Lárgate —No pensaba cambiar, él era así y así se iba a quedar hasta que muriera.

—Lo siento tanto Myke, eres una persona tan débil que quiere verse fuerte.

—No trates de hablar como si me conocieras, no lo haces, no trates de leerme. Lárgate —Sus palabras no sirvieron de nada, él se puso de píe y en una de sus manos tenía un pequeño bolso que al parecer era dinero. —¿Como supiste que estaba aquí?

—Tengo amigos dentro de su círculo.

Aquellas palabras crearon un silencio entre ambos, se escuchó unas camionetas venir y Elizabeth sólo hizo lo que su corazón dictó. Caminó hasta él y lo abrazó fuertemente, con cariño que no merecía pero que le hacía falta.

Myke sólo era un hombre con falta de amor.

Los pasos de las botas militares eran fuertes y ella abrazó mucho más fuerte, escuchó caerse una bolsa y unos brazos se enredaron alrededor de su cuerpo.

—Aunque eres oscuro eres arte Myke.

Fue en ese momento en el que Elizabeth sintió el corazón de él latiendo rápido, de forma desenfrenada. Una parte de ella quiso sonreír porque era el final de eso pero ella no sentía eso, tenía lástima por él. Se había enojado ligeramente con él, pero nunca valió de nada.

La puerta fue tirada hacia abajo y el cuerpo de él fue alejado del de ella.

—Yo... —Quiso hablar él pero ya era tarde, era demasiado tarde.


No me sueltes.©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora