•IX•

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El sol se había hecho presente y hizo arder su rostro un poco, se movió sobre el pasto y su mejilla izquierda picó.

Sus ojos se abrieron y vió hacia arriba «no puedo creerlo» pensó. Se había quedado dormida frente al parque del departamento que pagaba.

-No puedo creer que me haya dormido aquí— Su voz se escuchó, hablando para ella misma.

¿Qué fue lo que pasó? En el momento en que entraron al hospital se revolvió todo, personas con armas estaban allí, y al parecer todos estos conocían a Lucas ¿Será que eran de los guardias de Myke? Sí, definitivamente.

Se puso de pie, caminó hasta su departamento que era todo menos eso en estos momentos, debía ir a la universidad y por la puesta del sol se dió cuenta de que si no se apuraba se le iba a hacer tarde. Se dirigió hasta donde estaba el edificio y al estar en el piso superior donde estaba su departamento vió los orificios en el piso y un nudo se instaló en su garganta y lloró internamente.

Caminó hacia el frente y abrió la puerta -O lo que quedaba de ella- Al entrar buscó a su pequeño perro pero este no estaba en ningún lado, estaba completamente sola en esos momentos. Adelantó su paso y miró la casa como si fuese una desconocida en un nuevo lugar, desconocía todo en ese momento, estaba destruido y el ruido tras ella la hizo espantar.

-Hola, Elizabeth.

-Sr. Edward ¿Como está?

Su voz había salido cordial e inocente, él, el dueño del edificio estaba frente a ella, esta lo miraba atenta y él la miraba igual.

-Estoy muy bien, Elizabeth ¿como estás tú?

La sorpresa fue notable en el rostro de la chica, este estaba calmado y le hablaba como si a su alrededor no hubiese pasado nada y esta le seguía la corriente.

-Estoy como el departamento. Destruida.

-Bueno, Elizabeth, no te preocupes.

El cuerpo de ella se acercó al hombre que tenía unos años menos que su padre, pero que también era muy maduro.

-¿Como puede decir eso? ¡Me quedé sin casa!

-¿Llamas a esto casa, Elizabeth?

La voz de aquel hombre salió venenosa ¿como podía decir eso? Tan frío, tan cruel... Con tanto veneno en cada palabra.

-Le pagaré todo.

El hombre negó con la cabeza e hizo un sonido extraño con su lengua, él se volteó y se dirigió a la salida no sin antes estas palabras salir de sus labios: -Un rey paga las deudas de su reina.

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-Buenas tardes ¿qué desean ordenar hoy?

Su voz había salido amable, su cuerpo estaba frente a las personas que en esos momentos eran clientes del café en que trabajaba.

-Aún no nos decidimos, en unos minutos -La voz del chico se le hacía conocía y esta simplemente asintió.

-De acuerdo.

El tiempo pasaba lento, despacio y era completamente doloroso «¿donde vas a dormir hoy, Liz?» pensó.

El día en la universidad fue completamente aburrido, lo único que había pasado fue que un nuevo entrenador había llegado y por ello todos comentaban eso, menos ella, claro.

Las personas de hace unas horas se habían marchado y no habían pedido nada, y ella por su parte solamente guardó silencio y no volvió a la mesa. Su cuerpo estaba de espaldas y por ello la persona tras ella logró hacerla asustar.

No me sueltes.©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora