Pabellón ocho.

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Locos somos, locos estamos, la locura es nuestra amiga y a nadie le importamos.

Mientras su esposo parece estar dormido, Martha se ve en el espejo que esta frente a su cama, cubierta de moretones después de una riña con su conyugue, ella llora preguntándose ¿por qué?

¿Por qué desde pequeña le tocó sufrir bullying en la escuela?, ¿por qué después del abuso de su padre, parecía estar condenada a seguir la cadena con su marido?, ¿por qué?, ¿por qué?

Eran tres años ya, cansada del mundo, cansada de llorar mientras los demás ríen.

Mientras se hace tantas preguntas y piensa en lo que su vida ha sido, la mancha de sangre en la cama la alcanza como si quisiera recordarle lo que hizo. Hoy perdió su lucidez y a su esposo.
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Locos somos, locos estamos, la locura es nuestra amiga y a nadie le importamos.

En el frente de batalla, de una guerra sin sentido, se encuentra Nelson.
Peleando una guerra de poder entre su país y el país vecino, de fondo se escuchan bombas y balazos como baterista sin ritmo.

Desde pequeño se le inculcó que debía ser el hombre de la casa y dar la cara por su patria, él debía ser el orgullo de su familia y llegar muy lejos, pero cuando tu vida corre peligro, no puedes ni pensar en que harás mañana, pero quieres que haya uno para seguir viviendo, para seguir amando.

A su lado, cubriéndole la espalada, se encuentra Tom. Un chico guapo, miembro del mismo pelotón de guerra, pero con una mente más abierta.
Hace tres meses y un día, Nelson era feliz por primera vez, incluso ante la inminente idea de morir, sabía que al fin tenía algo que sí lo hacía feliz, Tom. Él había venido a cambiar su manera de ver la vida, y de toda la oscuridad que era la vida de Nelson, él logro hacer un bello paisaje nocturno.

¡No te mueras!, era el dicho que repetían mutuamente durante el día, como si eso tuviera poder sobre su destino, como si eso fuera un amuleto protector ante un enemigo que solo quiere ganar.

En el frente de batalla se oyó un disparo, uno que entre muchos otros sonó como un grito de victoria de la muerte y mientras en sus brazos se desangra, Nelson le repite a Tom ¡no te mueras!, pero el amuleto no funciona, la suerte los abandonó y el amor de su vida murió.
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Locos somos, locos estamos, la locura es nuestra amiga y a nadie le importamos.

El 17 de febrero, antes que el sol diera su primer bostezo, Clara recibe una llamada que cambia su vida, hoy su hija ya no estaba.

Laura es una joven estudiosa y sobresaliente, su madre le inculcó buenos valores y la excelencia es su amiga y la acompaña en su camino al colegio. Nunca tuvo un padre que la amara o que le diera permiso de salir cuando su mamá era tan estricta.

Cuando entró a la universidad su vida cambió, la necesidad de popularidad y el deseo de encajar la orillaron a conocer lobos vestido de oveja.

El 14 de febrero se celebraba una fiesta en la disco más concurrida de la ciudad, la madre de Laura se negó rotundamente a su asistencia, pero Laura era joven y quería aprovechar ese hecho.

Cuando el reloj marcó las 10 pm y lo único que alumbraba su cuarto era la luz de la luna que entraba por su ventana, se escapó para pasar un buen rato con sus amigos.

Con tanta inseguridad para las mujeres hoy en día y tan poco interés de las autoridades por protegerlas, aún sigue en investigación como es que una niña de 18 años apareció muerta a la orilla de la playa en una ciudad vecina.
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Mientras el Psiquiatra hace su ronda en el pabellón 8, Clara, Nelson y Martha, juegan con la locura, en sus cuartos con paredes blancas, como páginas esperando que una historia sea escrita, pero la historia de ellos acabó cuando la cordura se tomó vacaciones en sus vidas.

De amor y sangre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora