De amor y sangre.

La canción

Michelle me da la espalda como todas las recientes noches, la noto tensa mientras envía mensajes a alguien que aún no logro saber quién es.

No puedo creer que después de diez años compartiendo la misma casa y durmiendo en la misma cama, ella no valore cuanto la amo, a veces creo que ni lo sabe y yo igual no he podido decírselo.

Sé que el motivo de sus mensajes es algún chico nuevo, de tantos que ha tenido.

La verdad debo decir que no me importa si tiene citas con ellos, si hacen el amor o intercambian regalos, porque al final sé que ella volverá a casa y antes de dormir me abrazara, tal vez por remordimiento o tal vez porque aún me ama como lo hacía antes.

Me duele verla sufrir, saber que no puede conciliar el sueño y yo sin poder decirle nada acerca del tema.

Recuerdo cuando recién nos conocimos, a ella le encantaba que le cantara la misma canción una y otra vez antes de dormir, pero después de un tiempo supongo que la aburrió, aunque esta noche creo que la necesita.

Creo que, si me atreveré a cantarle, para que sepa que aún la amo y que su lugar es y siempre será a mi lado, también le diré que soy incondicional pero que no me deje de amar.

Antes de decirle tanto que tengo guardado, canto.

Canto la canción que la hacía dormir con la dulce voz que ella tanto amaba, pero esta vez al oírme sale del cuarto, sin querer oírme más.

No puedo creer que me atreví a hacerlo, era obvio que no se tomaría bien que la muñeca que le regalo su papá cuando era niña, le cantara una canción sin que ella se lo pidiera.