Prólogo

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I

Mi insomnio y mi desvelo es escribir sobre un pueblo de montaña en Italia que esconde una razón de ser y de sobrevivir. Un paisaje que grita las razones que el intelecto se empecina en etiquetar. Una naturaleza que me atraviesa y deja sus huellas, de afuera hacia dentro, una imagen externa que penetra mi inconsciente.  

Se llama Miranda, el pueblo, mi imaginario personal. De él parto para perderme y reflexionar sobre las raíces, el desarraigo y el sentimiento de pertenecer y no y la búsqueda de amores efímeros, duraderos, y el lugar de mi corazón. 

Mi brújula es Cesare Pavese, leerlo en italiano sin traducir me permitió generar un nuevo lenguaje. Mi lengua materna se transforma en una extraña y ese extrañamiento me perturba. Porque no soy parte ni de mi tierra,ni de la suya. Dejó de existir. Tendré que inventar un otro yo. 

Me aferro a su obsesión por el retorno a ese lugar de infancia roto. Porque el pequeño pueblo de las ruinas de una guerra sigue en pie, resistiendo al paso de la ciudad de plomo. Inmaculado en el recuerdo y en la experiencia.

Porque mi pequeño pueblo natal, San Pedro sigue allí, transformado por los avances de la modernidad. Campo llano y de atardeceres anaranjados, ahora ya no me pertenece porque he sido expulsada.

Porque detrás de las palabras hay una necesidad de ser escuchado, de comprender un mensaje oculto, no dicho, no revelado.

Entonces, podré responder la pregunta: ¿Qué Significa pertenecer a un pueblo? 


II

Estoy sentada en el tren rumbo a su ciudad natal (Turín) y leo, sin siquiera mirar por la ventanilla, el paisaje en el cual él se inspiró. Más bien me sumerjo en las hojas escritas en su diario y me imagino (como otros lo han hecho) el motivo de su fatal decisión: suicidarse. Me doy cuenta de que el recorrido por los lugares donde él vivió (si lo narro) no podré despegarme de lo mero anecdótico.

Por lo tanto, decido reflexionar por qué me seduce tanto Pavese. Un hombre que fue tan despreciado por las mujeres a quien él sintió amar.

Me seduce su escritura, y su obsesión nostálgica con la que escribe sobre el pueblo de su infancia. El mito del regreso a las raíces lo obsesiona. Y me obsesiona. La memoria, hace fuerza para no olvidar. Más bien, empecinada en recordar y grabar a fuego esas vivencias.

Me seduce, el Pavese que se opone a todo, y logra imponerse en el mundo de las letras, que ha roto con la tradición, con el realismo clásico y con la corriente hermética, para dar luz a una nueva forma de narrar: una prosa poética, metafórica y llena de símbolos y alusiones, un neorrealismo casi mágico.

Me seduce el paradójico Pavese, el de doble cara: el racional, voluntarioso, reflexivo que busca insertarse en el tiempo de los otros, en la historia de su pueblo, y el gran poeta que se deja ganar por la sensibilidad y la soledad.

En fin, un hombre que no ha logrado salvarse de la angustia que le provocó su propia existencia.

III

Estoy en su tumba, y las imágenes de su última noche llegan como si fueran recuerdos míos. Su muerte no se sintetiza en un hecho sino en toda su vida, en el conjunto de sensaciones constantes que sintió: la angustia por el desarraigo, el exilio, la tortuosa experiencia en la cárcel, la soledad, el no ser aceptado por las mujeres, la sensibilidad extrema, la infinita melancolía. Le faltaban apenas una semana y días para cumplir 42 años.Existen dos Pavese, uno que puede describirse a través de observar su fotografía y el otro interno y oculto detrás de su escritura. Uno, con el pelo tupido y negro engominado hacia atrás y la mirada como perdida. Su frente arrugada denota el paso de un tiempo mítico. Unos lentes de miope se calzan en orejas pequeñas que terminan en una nariz prominente como un pico de loro que contrasta con los ojos caídos y delicados mientras que sus cejas son bien gruesas y arqueadas. Detrás de los lentes se esconden ojos oscuros casi achinados que irradian una mirada nostálgica crónica y resaltan una tristeza absoluta. Sus labios son varoniles y su barbilla es en forma de pera. Todo su rostro se compone de rasgos bien marcados que denotan personalidad introvertida. Su piel curtida y dura denota un rostro cansado y cuarentón. Sus Pómulos delgados contrastan con las arrugas que de sus fosas nasales nacen en forma de paréntesis y simulan la sonrisa desgajada de una vieja marioneta.           

La sonoridad de tu vozWhere stories live. Discover now