Capítulo 2.

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Estaba junto a lo que llaman escena del crimen. Todo el pueblo estaba allí, era el nuevo entretenimiento para esta aburrida gente.

Me encontré con Adrián y me dispuse a convencerlo de que necesitaba mi ayuda.

-       Señor Adrián.- lo saludé.

-       ¡Shasha la detective!- se rie, ¿qué le hace tanta gracia?- Esto no es asunto tuyo niñita, vete a investigar juguetes desaparecidos.- como odiaba a este tío, se creía mejor que nadie.

-       ¿Has sacado huellas del zapato encontrado?- me miró como si lo hubiese abofeteado- Tampoco has analizado la sangre encontrada, ¿verdad?- tenía la cara desencajada- Me lo suponía. Pues déjame hacer TU trabajo ya que tú no sabes hacerlo.- dicho esto me acerqué a la cinta policial suplicando que el idiota de Adrián no hubiese contaminado las pruebas.

Primero saqué unas cuantas fotos con mi cámara. Después me puse los guantes y me agaché delante de los restos de sangre y del zapato.

Cogí un bastoncillo de algodón, lo empapé en la sangre del suelo y lo metí en un tubito de plástico. Después lo enviaría a analizar al laboratorio de mi tío. A continuación apliqué polvo de aluminio al zapato con una brocha y encontré varias huellas pero ninguna que se pudiera utilizar, que mal. Metí el zapato en una bolsa de plástico y la cerré.

Me iba a levantar cuando me fijo en un pequeño trozo de papel arrugado a unos metros. Lo cojo y veo que es un número de teléfono. ¿De quién será? Tendré que averiguarlo.

Ya revisado todo me dispongo a marcharme cuando me para Adrián.

-       ¿A dónde crees que vas con eso?

-       Ya te lo he dicho a hacer tu trabajo.

-       Eres sólo una niña, no puedes hacer ese trabajo.

-       Uno, sólo me llevas 5 años, no tienes derecho a llamarme así. Y segundo, soy mucho mejor que tú en esto. ¡Déjame en paz!

-       Tendrás que informarme de todo lo que averigües o si no te arrestaré por obstrucción a la justicia.

-       Vete a la mierda.- dicho esto me monté en mi bici y me alejé.

Llegué a casa y antes de nada metí el tubo con la sangre en la nevera. Llamé a mi tío y le dije lo que tenía, emocionado, me contestó que en media hora estaría en casa. A él también le encantaba investigar por eso se había especializado en biología.

Como tenía tiempo aproveché para hacer algún adelanto con las otras cosas que había encontrado. Fui a mi despacho que se encontraba en el desván. No era gran cosa, tenía una mesa con un ordenador y una silla y otra mesa dónde colocaba mis “juguetitos” como yo los llamaba. ¿Qué eran? Pues los utensilios para buscar huellas, los botes de muestras y todo eso. Estaba muy bien equipada, por supuesto.

Cogí la cámara y descargué las fotos en el ordenador. Me puse a repasar las fotos, había fotos del zapato, de la sangre y también había sacado fotos a la gente. Dicen que un delincuente siempre vuelve a la escena del crimen y así podía comprobarlo.

¡Bingo! Había una persona que no conocía, que raro que nadie se haya dado cuenta de su presencia. Estaba al final de una de las fotos, con las manos en los bolsillos pero no se le veía bien la cara. Hice zoom en la imagen pero nada no se lo veía. Bueno por lo menos tengo una pista. Imprimí la foto ampliada para después preguntar por el pueblo.

En ese momento sonó el timbre de la puerta. Mi tío seguramente había llegado, me había concentrado tanto que no me había dado cuenta de lo rápido que había pasado el tiempo.

Mi pequeña detectiveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora