Capítulo 1

218 16 6
                                    

Salí del baño a paso apresurado, me había olvidado que hoy tenía que trabajar de turno completo como todos los fines de semana.
Usualmente solo trabajo medio tiempo por la noche, ya que en las mañanas durante la semana asisto (o hago el intento de asistir) al instituto.

Me coloqué lo primero que encontré y por “lo primero” me refiero a unas converse negras, un pantalón de gimnasia y un buzo negro con el logo de la NASA.

Bajé las escaleras intentando no hacer ruido, ya que no quería despertar a mi madre, que seguramente estaba con alguno de sus “amigos”. Aunque pensándolo bien… No me importaba hacer que se despierten de una maldita vez, no quería que quién sea que esté con mi madre en este momento siga en casa para cuando yo regrese.

Tenía hambre así que decidí ver si había algo en el refrigerador… Como siempre… Vacío. Salvo una cerveza y una lata de energizante. Tomé el energizante y salí del departamento cerrando la puerta fuertemente para lograr que los zánganos se levantasen.

Mientras caminaba hacia el bar tomé mi teléfono y leí claramente la fecha. 14 de febrero de 2020. O no, no había prestado atención. Odiaba el día de los enamorados. Toda esa mierda me parecía tan falsa como quienes lo festejaban. Esperan un  día en concreto para regalar a su pareja chocolates, Bombones o invitarlas a salir, cuando tienen el resto del año para hacerlo. Si te quisiese te lo demostraría seguido, no esperaría una fecha tan estereotipada para hacerlo. Dios, estoy jodida...

Dejé de lado el hecho y miré al costado de este. Junto a la fecha se encontraba la hora: 08:57am. Mi turno comenzaba a las 8 en punto. Mierda.

Al entrar lo primero que vi fue al señor Dino, el dueño del bar. Miraba fijamente hacia donde me encontraba, y por su simple mirada supe que, o me despediría, o bajaría parte de mis ganancias. Aunque eh de admitir que en su lugar haría lo mismo, la mayoría de los días llegaba tarde, pero si no fuese por los estúpidos trabajos de clase o los gemidos en la habitación de mi madre la gran parte del día, yo creo que llegaría a tiempo, o tal vez hasta más temprano. No lo culparía por despedirme.

A pasos largos se fue acercando hacia mí. Dino era un hombre robusto, lo bastante alto como para alcanzar cosas de las alacenas sin estirar el cuello. Era como de unos cuarenta y tantos años; La verdad es que si no lo conocieses bien hasta te daría miedo con solo verlo.

-Killian...- hizo una breve pausa y siguió.-Ya no sé que hacer contigo querida.-MIERDA.

-Sabes que te di el trabajo porque apreciaba mucho a tu padre, pero ya no puedo permitirte seguir llegando tarde  o que trates mal a los clientes.-Eso es mentira… bueno; tal vez no del todo.

-Dino yo…- mi voz amenazaba con quebrarse, pero eso no pasaría, ni ahora ni nunca. Tomé aire y recobré mi firmeza natural-Lo siento, enserio lo siento, pero sabes que las cosas en casa no están de la mejor manera.- bufé en modo de cansancio. Odiaba hacerme la víctima, pero si hacerlo me ayudaba a mantener el único sustento que tenemos mi madre y yo; Lo haría.

-Yo lo lamento, y lo sabes muy bien. Pero no puedo dejar que pierdas a mis clientes por un berrinche tonto, o llegar una hora tarde los fines de semana que es cuando aumenta el número de clientes hasta el triple.-Ya sabía lo que se venía pero no quería admitirlo.

-Killian, lo siento otra vez… pero necesito que dejes tu uniforme en la bodega y te retires por favor.- Dino bajó la mirada con pena y hasta un poco de remordimiento. Pero repito… No lo culpo. Esto era totalmente mi culpa.

-Dino, entiendo. Y muchas gracias por haberme dado el empleo desde un principio enserio. Gracias, y yo también lo siento.- cabizbaja fui lentamente hacia la bodega a dejar mi uniforme, dejando a quièn fue mi jefe por dos años con una pequeña làgrima asomándose por su ojo izquierdo.

Almas Rotas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora