Capítulo 2

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18:53. Y aún no eh ido a casa. No puedo. Simplemente no quiero.

Después de salir de la cafetería caminé hacia el parque más cercano, solo quería ser libre un poco más de tiempo.

Esa era yo. Una persona que en el único lugar donde se sentía prisionera era en su propia casa y con su propia madre...

Sentada en esa banca con un poco de nieve sobre ella miraba como dos niños de tal vez unos siete años, jugaban en los columpios mientras sus padres estaban a tan solo unos metros tomados de las manos y mirándose con el cariño que yo jamás recibiré de nadie.

¿Acaso la vida me odia?. Si hay algo allá arriba, ¡responde joder!, ¿me odias?... Porque no entiendo que hice mal para recibir tanto odio.

Lágrimas comenzaban a brotar de mis ojos, trazando un fino camino por mis mejillas y cayendo finalmente sobres mis rosadas y frías manos. Casi tan frías como yo.

Cuando llegué a la tierna edad de 15 años un par de meses después de que mi padre se haya ido, apareció… Asher Collins. Esa pareja; me recordaba a nosotros...

Asher se mudó un par de meses después de lo de mi padre y cuando se enteró decidió acercarse a mí para brindarme su apoyo, aunque jamás nos habíamos dirigido la palabra. Aún recuerdo muy bien ese día. El día en que conocí a la única persona capaz de amarme.

Flashback:
Estaba sentada en la cafetería del instituto en una de las grandes mesas redondas con Megan, mi mejor amiga. A veces eh de admitir que me da cierta envidia por ella, es demasiado hermosa. Una chica bajita como de 1,56, pelo rubio ondulado en las puntas y una cara fina muy detallada sin imperfecciones.

-Sé que no es el mejor momento, pero tengo que recordarte que si sigues así Killian, vas a suspender hasta el descanso.- su rostro estaba serio, lo que me preocupaba ya que Megan siempre fue una persona demasiado animada para mi gusto.

-Megan no estoy de humor, ¿sí?. Ya veré que hacer para no suspender, tengo suficientes problemas como para seguir agregando más.- dije en un tono seco y borde.

-Solo intento ayudarte. Lo sabes.-

-Ya, si, entiendo, pero no deberías meterte en mis cosas Megan. Lo odio enserio. Odio tu preocupación por algo que tal vez no tenga arreglo. Y sabes que no estoy hablando de las putas clases.- admitirlo no es tan difícil, me dije. Vamos Meg… admite que no tengo arreglo.

-Killian después de todo  lo que pasamos juntas ¿esperas que simplemente te deje sola?. -Si- No, lo siento pero no. Estamos juntas desde el maldito jardín de infantes y hemos estado juntas para todo maldita sea.- Estaba cansada de que tengamos la misma discusión todos los días en el almuerzo.-Kill…Tu estuviste cuando mi perro murió. Y después cuando lo hizo mi hámster, y sabes que los amaba demasiado... Tú siempre estuviste Killian. Por eso debo estar contigo ahora, porque sé que amabas más que  nada en el mundo a tu padre, porque (sin ofender) tu madre es una maldita perra, y todas esas mierdas que consume y que tú también consumes son eso. Mierdas. Escucha, Debo… Y quiero estar. –Tomó mis manos y mirándome fijamente a los ojos dijo:
-No estás sola.

La campana que indicaba que el almuerzo había terminado logró sacarme de mi trance y darme cuenta de que tenía que regresar a Historia.

-Megan…- dije tomando mi mochila y levantándome de la mesa.-Gracias, de verdad, pero sinceramente no te necesito. Toda mi vida. Así como tú lo dices desde el jardín de infantes; has cargado con mis mierdas. No necesito tu apoyo, no necesito nada.  Y si, amaba a mi padre. Pero parece que él a mí no.-
Ya había empezado a caminar hacia en salón, pero creo que Megan no me dejaría escapar tan fácil de esta.

Almas Rotas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora