Prólogo

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Mía no podía creer el hecho de que uno de sus mayores deseos acababa de hacerse realidad

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Mía no podía creer el hecho de que uno de sus mayores deseos acababa de hacerse realidad. Por primera vez en su vida, resultó ser la ganadora de un sorteo que se realizó a través de Instagram, una plataforma que le regalaba momentos agridulces. En ese instante no podía estar más agradecida por haber mantenido una leve chispa de esperanza que la ayudó a realizar los requisitos para participar de la forma correcta, pues el premio era el mejor regalo que jamás nadie podría ofrecerle; uno de los diez pases exclusivos para conocer a su artista favorita en un «Meet & Greet» del que sería el último concierto con el que daría por finalizada su gira mundial.

Bien, ella no era una adolescente más de las que muchas revistas rosas juraban de forma errónea que Charlotte, una de las artistas más sensacionales del momento, poseía como grupo de fans. No obstante, ello no quitaba el hecho de que chilló, lloró, rió y enloqueció como hubiera hecho una adolescente al caer en la cuenta de que su primer amorío ficticio había llegado a su vida, porque sí, Charlotte se convirtió en su crush nada más ver su primera colaboración con el que, en el aquel entonces, era su artista favorito.

Tenía que admitir que hasta dicha colaboración, Mía no tenía ni la menor idea de quién era esa chica, pero quedó tan prendada por ella que comenzó a seguir más de cerca sus nuevas canciones que, sin duda alguna, la catapultaron al éxito. Poco después, su voz y, aunque no quisiera admitirlo en voz alta por cierta vergüenza, su aspecto físico fueron perdiendo cierta relevancia para la chica, pues su carácter como persona comenzó a enamorarla más y más.

Amable, cariñosa y paciente con todos aquellos fans que exigían un mínimo de atención de su parte; respetuosa con reporteros que intentaban inmiscuirse en su vida privada y traviesa cuando pillaba a alguien intentando hacerle una foto mientras paseaba a su mascota o tomaba un café con sus amigos.

Charlotte era, sin duda alguna, todo lo que una vez deseó como futura pareja, aunque su yo del pasado clamara por todas esas características en un chico. Aunque, con el paso del tiempo, Mía comenzó a restarle importancia a los chicos que intentaban entablar algo más que una amistad con ella y aceptar que se sentía atraída por una chica; comenzó a aceptar el hecho de que no pasaba nada si sus fantasías sexuales y fantasías románticas tenían el rostro de una chica, aunque después se sintiera un poco culpable y sucia por pensar en una chica que desconocía su identidad y de lo que imaginaba en su privacidad con ella. Más, según fue avanzando un poco más el tiempo, comprendió que tampoco sucedía nada por sucumbir a sus deseos, pues Charlotte debía estar concienciada sobre el efecto que podía llegar a provocar en algunas personas y, por si no fuera suficiente para dejar de sentirse culpable por lo que no era capaz de poner un alto, la chica admitió en una entrevista que recibía cartas que le llegaron a sacar un par de lágrimas, fruto de la risa, por las cosas tan bochornosas que describían.

— Puedes hacer lo que quieras con tu cuerpo, pero no necesito saber que estoy en tu mente —advirtió entre risas, mirando hacia la cámara, lo cual le dio un toque más íntimo que provocó que las mejillas de Mía se tornaran excesivamente rojizas— Gracias.

Pues, gracias al sorteo de Instagram, Charlotte no solo estaría en la mente de Mía, sino que también tendría la oportunidad de abrazarla y de decirle lo importante que se había convertido en su vida, aun cuando Charlotte no supiera de su existencia.

Mía cumpliría el mayor deseo de su vida. 

 

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Pídeme como deseo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora