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Mía deseaba llorar y maldecir a todo lo que estuviera a su alcance debido al incremento tan abrupto de su ansiedad y, sobre todo, de la ternura que la estaba embargando al comprobar con sus propios ojos cómo Charlotte se desenvolvía de una forma t...

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Mía deseaba llorar y maldecir a todo lo que estuviera a su alcance debido al incremento tan abrupto de su ansiedad y, sobre todo, de la ternura que la estaba embargando al comprobar con sus propios ojos cómo Charlotte se desenvolvía de una forma tan natural y sincera con la niña pequeña y con aquel chico llamado Chace, lo cual sólo acrecentó el malestar en su cuerpo al no saber si reaccionaría de la misma forma con ella o si, por el contrario, sólo recibiría una actitud cortante.

Sea como fuere, la verdad estaba a punto de descubrirse, puesto que sólo quedaba una chica por saludar para que, finalmente, Charlotte pudiera percatarse de su existencia.

Fue entonces cuando sucedió algo que, honestamente, le provocó unas inmensas ganas de gritar de la frustración y del coraje porque, ante todo pronóstico, alguien más se adelantó a decirle las palabras que con tanto ahínco estuvo practicando frente al espejo durante tantos meses.

— Creerás que las casualidades existen, porque yo también me llamo Charlotte y quiero que sepas que te amo, aunque puedas verlo como algo impactante y precipitado escucharlo de una persona a la cual acabas de conocer en este mismo instante, pero realmente te amo muchísimo, eres la mejor y nunca, nunca, nunca cambies, por favor —soltó de forma atropellada, casi de forma ininteligible, la chica situada a uno de sus lados.

Los labios de Mía se fruncieron en un leve mohín, en un vano intento de hacer pasar desapercibido el malestar tan fuerte que le causó escuchar aquellas palabras.

Aunque, honestamente, no sabía si fue eso lo que más la molestó o fue el hecho de ser consciente del feedback positivo que la artista le regaló, quien no dudó ni por un instante en mantener su carisma en su punto álgido, como si una chica desconocida no acabara de declararle su amor platónico cuando ella, quien había fantaseado con ese día más veces de las que siquiera se atrevería a admitir en voz alta, permanecía a una escasa separación de la escena en la paciente espera de ser congraciada con la atención de su amor platónico y, quizá, no tan platónico.

Sabía que estaba siendo demasiado injusta con Charlotte, una chica más que estaba allí para cumplir su sueño en la misma medida en que Mía lo estaba haciendo; sabía que Charlotte, su artista y mujer favorita en el mundo entero, recibiría cientos de halagos al día como ese mismo que acababa de escuchar, puesto que era algo completamente comprensible si tenía en cuenta la situación tan excepcional que rodeaba a su amor platónico. Más, aun así, no pudo evitar el hecho de caer en la frustración y el enfado, por mucho que trató de evitarlo.

Al menos, si ella hubiera sido la primera en declararle esas mismas palabras, no le habría sentado tan mal, o eso es lo que trataba de hacerse creer en un vano intento de menguar el malestar que, a su vez, le estaba causando el sentimiento de culpabilidad que la estaba embargando también; culpabilidad por estar reaccionando de la forma en la que lo estaba haciendo, cuando ella no era absolutamente nadie en la vida de Charlotte y, mucho menos, cuando la artista sólo estaba intentando ser amable, incluyéndola a ella con aquel bello mensaje a través de Instagram.

Pídeme como deseo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora