I

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Magnus Bane despertó con un amargo sabor de boca, sin duda tendría una visita no esperada por el presentimiento y su sexto sentido nunca fallaba.

Hubo un intruso, uno que llegó volando y entró por la ventana, le desagradó en cuanto sus manos estuvieron en contacto con aquella cosa.

Un pergamino de los shadowhunters, de esos que siempre mandaban cuando querían algún trabajo, garabatos llenos de órdenes que muy a su pesar debía seguir si no quería exponer a los subterráneos a la furia de los hijos del ángel, siendo el gran brujo de Brooklyn estaba obligado.

Leyó el contenido, lo citaban con suma urgencia a reparar algunas defensas en el Instituto de Nueva York, esos angelitos siempre estropeando su trabajo.

Tronó los dedos y una bata de seda llegó desde su closet para cubrir su desnudez, fue hasta el gran cambiador y como quería sacar un poco de sus casillas a esos guerreros de negro, eligió un traje color morado, camisa verde y varios collares de diferentes colores adornando el espacio de pecho que dejaba libre la abertura de su prenda superior.

Aplicó un poco de maquillaje a su rostro y acomodado su cabello cambiando algunas mechas de su color castaño obscuro normal a un rojo sangre, usó unos zapatos caros y miró al espejo.

Esa era una de las razones por las que su antigua ex-pareja Camille Belcourt había terminado con él, su "extravagancia", ella decía que siempre iba vestido para un carnaval o una fiesta latina, mientras ella quería aparentar toda la elegancia de cada época que viviera.

El brujo estaba un poco triste por aquel suceso, él esperaba que esa fuera la mujer de sus sueños, si bien era cierto que no tenía preferencias establecidas pero le parecía que hacía buen contrapeso con su actitud efervescente.

Abrió un portal y lo cruzó llegando al frente del Instituto, tenía años que no visitaba el lugar por lo que se tomó un minuto para observarlo, por fin se abrieron las puertas y salió uno de tantos soldados para escoltarlo dentro.

- Magnus Bane

Un cazador mayor, el director del Instituto le recibió, sujeto de barba recortada, estatura baja.

- Robert Ligtwood

El aludido dió eso como saludo formal sin siquiera ofrecer su mano y caminó esperando que lo siguiera.

- Necesitamos que repongas las barreras de la zona Norte, hace unas semanas sufrimos un ataque y al ser el lugar donde reciden los niños, queremos evitar nuevas sorpresas.

Él sabía, si su memoria no le fallaba (y casi nunca lo hacía), que éste cazador y su esposa tenían 4 hijos, tres de sangre y un adoptado, ese debía ser el motivo de preocupación, estos tipos podían ser desalmados con los demás pero cuidaban de los suyos.

Llegaron hasta una zona un poco más iluminada que las demás, a los costados del corredor colgaban armas, al final de éste había un arco negro con el carcaj y las flechas en una vitrina, debía ser una reliquia de su pueblo, podía apostarlo.

El sujeto se detuvo en la puerta y volteó a verlo muy serio

- Necesitamos lo mejor que tengas para proteger a nuestros niños, ningún guerrero será capaz de enfocarse en una batalla si sabe que su hijo corre peligro en su propia casa.

Dicho esto dió media vuelta y se retiró por el pasillo, los hijos del ángel podían ser unos hijos de perra, a veces, sin embargo, demostraban que tenían un poco de corazón. Aunque eso no los había detenido de mermar a su pueblo por siglos.

Dejando atrás los lugubres pensamientos abrió la puerta y entró como un tornado, uno muy colorido que alegró de inmediato la gris estancia donde se encontraba, los cazadores deberían demandar a su decorador de interiores, fue lo primero que pensó.

Mi Valiente Cazador (#malec)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora