Fatales promesas

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«Pero, Martín, ¿qué haces entre tantos papeles?». Lo sentí como un agravio
personal, para ella solo eran papeles, mientras que para mí son poesías, son mis sentimientos reflejados, es todo lo que me representa, pero sobre todo dentro de ellos están los versos de las canciones que reflejan lo más profundo de mi ser y aquel sentimiento que tengo hacia ella, todas las canciones que he escrito lo he hecho pensando en ella.  Sólo le sonreí y dije «¿Y tu? ¿Vienes a entrevistar a alguien?» ella me miró con el seño fruncido y respondió: «No», ella simplemente se había enterado de que yo trabajaba
allí y se le ocurrió saludarme, ¿Dónde se había metido desde aquella vez?
Nunca más había sabido de ella. Hasta las mujeres de mi familia le habían
perdido al rastro. «Estuve en Bronsville, Texas, en realidad todavía vivo allí, pero la historia es larga, no querrás que te la cuente aquí». De ninguna manera, y menos ahora que mi jefe ha empezado a pasearse con las manos atrás, y yo conozco ese preludio. Así que quedamos en encontrarnos esta noche. ¿Dónde? En mi casa, en la suya, en un café, donde quiera. «Tiene que ser hoy, ¿sabes?, Porque mañana me voy de nuevo». Y mi jefe, en vez de disfrutar de aquellas piernas que se alejaban
taconeando, me miró con su severidad despreciativa y colonizadora. Por las dudas, escondí mi nariz en una caja detrás de mi escritorio.
Vino a mi casa y yo no había tenido tiempo de decirle que estaba solo.
Ahora pienso que tal vez no se lo habría dicho aunque hubiese tenido tiempo. El proyecto era tomar unos tragos e irnos a cenar, pero al llegar me miro tiernamente y corrió a mi para darme un abrazo tan cálido, tan acompañado de otras sustentaciones y
recados, que nos quedamos allí nomás, en un sofá que se parecía un poco al del tren, sólo que esta vez no apoyó su cabeza en mi hombro y además no temblaba sino que parecía inmune, segura, ilesa.
Con cinco años de incomunicación, tuvimos que contarnos otra vez las vidas.
Sí se había ido a los Estados Unidos, enviada por la familia. Estaba
estudiando actuación, quería concluir su carrera y luego regresar. Le gustaba lo que estaba estudiando pero no vivir allí, no le gustaba aquello. Tenía amigos inteligentes, pródigos, entretenidos, pero observaba en la conducta de los norteamericanos un doble nivel, un juego en duplicado: y esto en la amistad, en el sexo, en los negocios. Herencia del puritanismo, tal vez. Todos tenemos una dosis más o menos normal de hipocresía, pero ella nunca la había visto convertida en un rasgo nacional.
No podía conformarse con que yo estuviera sometido a estar detrás de un escritorio a escribir versos y solo de vez en cuando presentarme al público «¿No lo hago bien?». «Claro que lo haces bien, ya te he escuchado en la radio, tienes una voz maravillosa y siento que no lo estás aprovechando, estás siendo reprimido en esa disquera ¿No te gustaban
tanto las matemáticas? Puedes ser autosuficiente y representarte por ti mismo, sé libre y demuestrale al mundo quien es realmente Pedro Fernández, conquista al mundo con tu voz y actitud de aventurero», me respondió y yo le contesté «No me gustan las matemáticas, aquella noche lo dije para que tuviéramos un territorio común. aunque lo que me dices es muy tentador y estoy seguro que si tú hubieras estado junto a mi, al final me habrían gustado las matemáticas y yo hubiera podido empezar mi carrera como cantante a tu lado pero desapareciste, y
mañana te vas, prométeme que pase lo que pase algún día estaremos juntos». Me quede mirando a una esquina de la sala luego de haberle dicho esto y me puse a pensar que
Se va y no puedo creerlo. Por primera vez tomo conciencia de mi
desamparo, por primera vez me digo, y se lo digo, que con ella puedo ser
mucho y que sin ella no seré nada. Ella me respondió que sin mí ella tampoco será nada, pero que no hay que obligar al azar. «Ves como nos separamos y él viene y nos junta. Quién puede saber lo que vendrá. A lo mejor yo me caso, y tu también, por tu lado. No hay que prometer nada porque las promesas son horribles ataduras, y cuando uno se siente amarrado tiende a liberarse,
eso es fatal»

Hasta que llegaste túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora