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Mi cabeza dolía; había dormido más de la cuenta otra vez. La luz de la ventana se filtraba dándome de lleno en la cara. El día no estaba frío, o mi cuerpo permanecía caliente por la posición casi estática de horas. Me senté en la cama, estiré los brazos hasta que mis huesos crujieron. Eran más de las 12 del mediodía, parecía que un camión me hubiese pasado por encima, la cerveza causó estragos en mí.

Fui a darme un baño y pensé en afeitarme, estar presentable si quería proponerle noviazgo a Valeria. Llamarla por ese nombre se me hacía divertido, aun asi, nunca pareció importarle, no se ofendía muy fácil, incluso cuando esa era mi intención para molestarla.

Decidí omitirlo, solo salí del baño para vestirme e ir a su casa a verla. No me había buscado, tampoco me había llamado.

Un pantalón de jean, una clásica remera negra y un abrigo eran suficiente como para salir de casa. De repente, escuché a alguien golpear la puerta y corrí casi con desesperación, tenía que ser ella.

Gran decepción fue ver a mi vecina Estela, una señora como de 70 años con una bolsa en la mano.

—Hola, Blaz, ¡Buen día! —dijo cordialmente y devolví el saludo—. Un señor preguntó por ti hace un rato y no encontraba tu departamento.

—¿Un señor? ¿Quién?

—Me dijo que se llamaba Daniel. Él golpeó la puerta, pero no atendías, pensamos que no estabas en casa. Dejó esto para ti —Me entregó una bolsa.

—Muchas gracias, doña Estela.

—Chau, Blaz, salúdame a tu madre cuando la veas—comentó antes de irse.

Regresé a mi cuarto con la bolsa en la mano y me senté en la cama. No traía calzado, mis pies estaban congelados. Me coloqué medias antes de revisar el contenido de la bolsa, tuve que hacerlo rápido porque me invadía la curiosidad.

El CD de los Weird Guys estaba allí, aquel que habíamos comprado en forma conjunta; una bandera con el logo de la banda y un sobre. No entendía nada.

Al abrirlo, se encontraban las dos entradas para el concierto y un papel que aparentaba ser una carta. Lo desdoblé, era un largo texto de puño y letra.

Mi mano comenzó a temblar, tragué saliva antes de empezar a leer, sabía que esto no podía ser nada bueno.

Dietrich: Seguro al leer esta carta un sinfín de preguntas vengan a tu mente. Espera, recién es la primera línea.

Tengo muchas cosas para decirte, la primera, que encontrarte aquel día en la tienda de discos ha sido la mejor experiencia de mi vida. Cuando te vi tomando el CD sentí una corriente eléctrica recorrer mi cuerpo y recargó mi energía. Nunca te conté, pero aquel día estaba muy mal, había recibido pésimas noticias y creí que comprar el nuevo álbum me haría mejor. Sin duda alguna puedo decir que así fue.

Conocerte me ha llenado, me ha hecho valorar muchas cosas, como tener una buena conversación filosófica con alguien a quien no le importa ser juzgado por lo que cree, por lo que interpreta y sueña.

Lamentablemente no puedo ir al concierto contigo hoy. Juro que en verdad quería hacerlo, pero mis tiempos son complicados, ya te lo había advertido.

Dijiste que el amor no duele, ¿lo recuerdas? Entonces, espero que así sea, aunque si me preguntas a mí misma lo que estoy sintiendo en este preciso momento es dolor. Y sí, Blaz, el amor duele cuando los tiempos no son los mismos.

Hace más de un mes me comunicaron que debía operarme a causa de una aneurisma en la aorta, una operación riesgosa. Sentí palidecer al oír las palabras de mi médico; sin embargo, hubo alguien que nunca me dejó caer: tú.

Desde la primera vez que la viDonde viven las historias. Descúbrelo ahora