Ya han pasado 10 años desde aquel día, y no hay momento en que deje de pensarla. Ahora tengo 31, soy periodista y escritor. De vez en cuando hago un reportaje a bandas de rock nacional, tal y como soñaba en la universidad. También mantengo el contacto esporádico con el gato de los Weird Guys.
Si se preguntan qué pasó la tarde del concierto, solo les diré que esa bandera fue autografiada por cada uno de los integrantes de la banda. Sé que ella debe estar feliz, sonriendo con sus ojos brillantes como cuando comía chocolate a escondidas y yo fingía no darme cuenta.
Los Xerta fueron a verme al día siguiente y, por más que lo intenté, no pude hacerme el fuerte frente a ellos, lloré mucho. Me regalaron una foto de Valen y la coloqué al lado de mi mesa de luz. Todavía la conservo.
Cada vez que alguien me pregunta por el amor me acuerdo de sus frases caóticas y seguridad al decir que duele. Y sí, duele, pero no el amor. Duele la soledad, el vacío que deja esa persona cuando ya no está a nuestro lado. Muchos años tardé en comprender lo que en el fondo quiso decirme.
Valentina me quería mucho, me lo demostró, me lo dijo. No obstante, tenía miedo porque sabía que una de las posibilidades era no regresar a mi lado. Entonces, el dolor, ese gran dolor con el que ella cargaba terminaría siendo mío. A eso se refería, o por lo menos así lo quise entender. A pesar de todo, era la mujer que siempre pedí, la que siempre querré, aunque nuestro tiempo haya sido reducido.
Nunca volví a encontrar a alguien para mí; lo intenté, pero no se dio. Supongo que a veces la atracción y el amor no van de la mano. No encuentro ese plus como le dije a ella en aquel entonces.
Mi nueva deducción es que el amor no es fácil, porque no cualquiera te saca suspiros y te provoca insomnio por las noches. Si fuera fácil, entonces podría olvidarme de ella; sin embargo, es una cicatriz que nunca desaparece.
¿Amo a Valentina Xerta? Sí, lo hago, todos los días. Y sé que es amor porque la recuerdo, porque me provoca nostalgia, porque late en mi pecho. Si no fuera amor ya me habría rescindido de su memoria.
Sentado frente a la computadora escribo mi historia, aunque muchos intenten decirme que tiene un triste final.
Enamorarse es sencillo, lo haces inconsciente, es la etapa intermedia. Pero salir ileso de una historia de amor es casi improbable. Sonrío porque sé que estoy desvariando y quizás hasta los estoy confundiendo. Aun así, analícenlo.
A 10 años de su partida solo me queda decir que desde la primera vez que vi a Valentina admiré la belleza en su máximo esplendor. La mirada más bonita de una chica asustada se esfumó en cuanto sus manos tomaron aquel CD, y sentí que hacía lo correcto al proponerle aquella alocada idea. Si hubiese sabido que duraría poco, la habría abrazado más, le habría dicho incontables veces lo mucho que la quería.
Hoy, a 10 años de su partida, solo me queda asumir que la amo y mi pecho duele. Mi mundo se dio vuelta, pero al menos todavía gira.
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Desde la primera vez que la vi
ContoCuando nuestras manos chocaron para tomar el mismo CD supe que era especial. Desde la primera vez que vi a Valentina mi pensamiento nunca volvió a ser el mismo. -Historia corta- Registrada con los derechos de autor en mi país. No copias ni adaptaci...