Prólogo

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La lluvia caía sobre el extenso patio, mojando el verdoso césped donde ambas solíamos jugar juntas.

Los recuerdos, que ahora me parecían lejanos o pertenecientes a un sueño, llenaban mi mente al igual que mis ojos se llenaban de lágrimas. Me sentía como en una pesadilla.

Quería ir con ella, pero no me dejaban. Habían cerrado la puerta con llave y no podía abrirla, solo podía ver cómo se la llevaban. La llamé, pero ella no me escuchaba, ellos no la dejaban oírme porque estaban hablándole también.

Mis lagrimas tenían un sabor salado, pero no podía detenerlas por más que me las limpiaba con los puños de mis manos. Volví a llamar, pero ella seguía sin escucharme.

Entonces grité y grité cuando la vi subirse a ese auto con ellos. No quería que se fuera. No quería. Ella era mi hermana. Quería irme con ella. Quería que me llevaran también o que ella se quedara pero que, por favor, no la alejaran de mí porque no sabía a dónde se la llevaban. ¿Cómo podré verla de nuevo? No pueden separarme de mi hermana.

Ellos se habían mostrado tan amables cuando los conocí por primera vez. Me habían hecho reír y me habían traído regalos, pero ahora me doy cuenta de que no son buenos, son muy malos: se están llevando a mi hermana lejos.

No pueden hacernos eso. No pueden separarnos. Si ella me viera o me escuchara, estoy segura de que correría hacía mí y también rogaría lo mismo que yo.

Sentía que alguien me apartaba de la ventana, pero yo no quería alejarme, era el único medio por el que podía ver hacia dónde se dirigía ese auto, tenía que verlo hasta el final para seguirlos cuando pudieran abrirme la puerta.

Pataleé y grité con fuerza cuando ya no pude ver más.

Grité y grité.

Y lloré y lloré hasta que mis fuerzas se agotaron.

Si tan solo ella me hubiera escuchado... Si tan solo ella me hubiera visto, estaba segura de que ella se habría quedado conmigo. 


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Una historia de amor bajo la lluviaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora