1: La lluvia en nuestro primer encuentro

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Probablemente ya era de noche.

Mi celular estaba en uno de mis bolsillos, por lo que en la posición cómoda en la que me encontraba ahora, me suponía un gran esfuerzo levantarme del acolchonado y cálido sillón solo para comprobar la hora en el abrigo que había dejado en la mesa a unos metros de mí.

Me recosté en el sillón aún más, deseando sumergirme nuevamente en la lectura de este buen libro, pero la idea de que fuera tarde comenzó a molestarme y no me dejó pasar del segundo párrafo.

Cerré mis ojos, colocando el libro abierto contra mi pecho, suspirando.

No quería dejarlo. Aunque tal vez, en primer lugar, no debí haber iniciado su lectura cuando mi plan inicial solo era pedir prestado un par de libros para Zoey.

«¿Qué debía hacer?», pensé mirando desde mi posición reclinada en el sillón hacia la mesita pequeña con los dos libros encima. Mi carnet de biblioteca estaba sobre ellos recordándome que no podía exceder de dos libros para el préstamo domiciliario.

Luego miré el libro entre mis manos, considerando la posibilidad de volverme una ladrona, aunque deseché la idea riéndome de mí misma. Me puse de pie y dejé el libro sobre el sillón, estirándome. Un bostezo largo se me escapó y me cubrí con una mano. Menos mal no había nadie cerca en esa zona de la biblioteca, lo que confirmó mi suposición de que ya serían cerca de las siete de la noche.

No muchos concurrían en una biblioteca un sábado por la noche y menos el último sábado de vacaciones antes del inicio de clases.

Sin pensarlo más, me puse el abrigo y me llevé los tres libros conmigo.

Al salir de la pequeña sala de lectura, pasando por la sección para niños, bajé las escaleras en espiral hasta la primera planta donde se encontraban las variadas estanterías de libros. En mi camino por el largo pasillo, noté las mesas de estudio vacías y solo unas pocas personas buscaban algunos libros.

Abracé los libros contra mi pecho con fuerza. Esperaba que la señorita Lin me permitiera el préstamo de los tres.

Solo había comenzado a frecuentar esta biblioteca desde hace más de medio año para no causar preocupaciones innecesarias a los señores Wright respecto a mi escasa vida social y desde aquel entonces conocía a la bibliotecaria de mayor edad que siempre atendía aquí. A pesar de su edad, era ágil en su trabajo y demostraba sus años de experiencia aún más cuando se encontraba con dos o tres ayudantes en las épocas de clases.

Era amable y paciente, pero jamás había comprobado si sería permisiva en este tipo de situaciones.

—Buenas noches, señorita Lin —le sonreí, deslizando dos de los libros hacia ella, dejando el tercero a un lado. Le entregué mi carnet de biblioteca.

Como siempre, su pelirrojo cabello estaba recogido en un moño. Al sonreirme, sus ojos color avellana se hicieron más pequeños detrás de los lentes de montura delgada.

—Muy buenas noches, Kassie.

Digitó los códigos de los libros en su computadora, extrayendo la pequeña ficha de información que tenía cada libro en el interior.

Esperé a que terminara su habitual rutina mientras aferraba mis dedos al libro que no le había entregado. La portada me había llamado la atención desde el primer momento en que lo había visto y la sinopsis no me había engañado: aquel libro era más que increíble. Solo había leído la tercera parte del libro, pero sabía que no podría parar hasta leerlo por completo.

Probaría mi suerte al preguntarle, y en todo caso si no se pudiera, me pasaría el resto de la noche buscando el archivo descargable gratuito en alguna página de internet. Aunque esperaba no tener que recurrir a eso.

Una historia de amor bajo la lluviaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora