Día 14 - Enero

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Querido diario:

 

Noto una presencia rara en mi habitación. Las cortinas se zarandean de un lado a otro. Siento algo extraño en mí.

¿Tal vez sea un efecto secundario de las pastillas?

Escucho voces terribles al otro lado de la pared. Están rugiendo. Chillan nombres desconocidos para mí. Entre esos nombres puedo descifrar algunos: Rosa. Robert. Jorge.

¿Por qué dicen nombres conocidos ahora? ¿Qué clase de magia negra es esta?

Distintas luces me atacan los ojos. Primero un brillo amarillo me golpea en la sien; luego un tono azul eléctrico me deja sin sentido.

Las gotas de lluvia repiquetean contra la ventana.

Pareciera que las gotas van a entrar hacia dentro y llevárseme.

Tengo miedo, diario. Alguien está furioso, lo puedo notar en el ambiente.

Ya no pienso en Jorge, ya no pienso en Jorge…

Jorge. ¿Es él el responsable de todo esto?

Oigo más voces. Me dicen palabras necias, me insultan e intentan que me calle.

Mi corazón late más fuerte ahora, como si le hubieran dado cuerda. Las gotas de lluvia se intensifican. El granizo empieza a aporrear las ventanas, mientras me tapo los oídos.

No quiero saber nada, no quiero saber nada…

Un médico parece entrar por la puerta. Tiene aspecto desgarbado y una barba blanca.

“Le quedan 6 días, señorita. Su vida pende ahora mismo de un hilo”.

El doctor me mira a través de sus cristales manchados. Después de esto, coge un libro y se marcha.

¿Qué se supone que ha querido decir?

Los llantos de Jorge se escuchan en la otra habitación. Subo para comprobar que está dormido, como siempre ha estado.

Pero al llegar a su cuarto, una oleada de recuerdos empieza a atacar a mi memoria:

“Jorge, ¿ves esa manzana? Quiero que cojas esa manzana y la lances contra el pie de mamá, ¿entendido?”.

“Vamos, Jorge. Haz lo que te he enseñado a hacer o habrá represalias”.

“Un juguete más dentro del baúl de los recuerdos, otra pieza más de la familia que vas a perder”.

“¿Quieres dejar de ser un niño y empezar a ser un adulto?”

“Las palabras hacen daño Jorge, pero los arañazos van haciendo cicatrices en la piel”.

“¿Salimos a jugar a la pelota? Dile a mamá que no se mueva de aquí, o llegará Judas a besarla”.

“¿Es que acaso eres ciego o qué? ¿Por qué no te mueves como un niño normal?”

“Odio a tu madre desde el día que naciste”.

 

Querido diario, no puedo seguir escribiendo por hoy.

Demasiados recuerdos para un solo día.

Demasiado Él para un solo día.

Diario de un pronósticoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora