Capitulo 8- Bosque

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Abrí los ojos y sin moverme de donde estaba acostada observé a mí alrededor, el cielo se dibujaba siendo lo primero que pude ver.

Otra vez soñando.

Reconocí ese sabor metálico en la boca, esa sensación extraña en mi cuerpo y ese color sepia que inundaba todos los colores. Era como ver a través de un filtro de cámara.

Bajo mi cuerpo, pude sentir la dura y áspera tierra que se adhería a mi piel y ropa. Tragué saliva frustrada, por más que lo intenté, no pude despertar. Maldita sea.

«Escuchad escuchad, la sombra se acerca, al laberinto de la vida. No dejes, no dejes que se acerque, ni que diga.»

Un cántico extraño se empezó a escuchar en susurros lejanos, mi cuerpo se quedó paralizado como si una mano gigante me estuviera deteniendo contra el suelo, sentía el peso de algo que no podía ver reteniéndome, si apretaba más era posible que me matara.

Por entre los árboles, a lo lejos, pájaros de todo tipo y tamaño volaron asustados alejándose del peligro. Yo, yo no pude moverme y menos despertar, un asiento pútrido golpeo mis fosas nasales, no sabia que era, pero allí estaba, más allá de verlo podía sentirlo, el cántico se repitió otra vez escuchándose más cerca.

«Escuchad escuchad, la sombra no perdona, no dejes, no dejes que te coma...»

Por un momento todo se calmó, las palabras cesaron y el bosque quedó en quietud, solo se escucharon pasos acercándose a mí mientras seguía retenida en el suelo sin poder mover ni un solo musculo. La desesperación se estaba filtrando en mi pecho haciéndome respirar cada vez más fuerte sintiendo un terrible dolor en las costillas por el peso aplastante.

—Hola, pequeña.

Tras dibujarse un rostro frente a mí, viendo sus ojos púrpuras, desperté.

Un sudor pegajoso perló mi piel, y la oscuridad invadió mi visión. Despertar no fue fácil, pero lo que me sacó de mi ensueño fue un grito. El grito provenía de la habitación frente a la mía, la de Noah. Abrí la puerta lentamente esperando encontrar que algo iba mal, pero solo lo vi a él en su cama, se retorcía como si estuviera sufriendo pero parecía ser una pesadilla.

—Entiendo lo que sientes —susurré mientras me acercaba a su cama.

El sudor perlaba su frente y su rostro se contraía por algo que yo asumí era miedo. Antes de que gritara un poco más y despertara a todos, tomé su mano, la apretó para luego relajar su rostro.

Qué fácil se sintió dar apoyo, me alegraba ayudarlo. Cuando quise levantarme de la cama para volver a la mía, me di cuenta de que su mano tenía un fuerte agarre.

Suspiré sentándome en la orilla de la cama, observé su anguloso rostro, el vello facial creciendo casi imperceptible en su mandíbula, su nariz perfilada y su cabello rizado. Ese cabello era lo único que lo hacía parecido a Nick. Nick... ¿Qué hacía observando al hermano de mi crush mientras dormía?

Intenté levantarme nuevamente, pero Noah parecía renuente a soltar mi mano. Parecieron pasar horas, aunque solo fueran minutos en los que me encontré atrapada. Sopesé mis opciones y, si no me dejaría ir, me pondría cómoda porque sería una larga, larga noche. Me acomodé en la cama a su lado, intentando dejar el espacio suficiente, es decir, el espacio que su mano me dejaba tomar.

No sé en qué momento me dormí, y maldita sea que lo hice, pues nuevamente estaba soñando.

El lugar de nuevo era sepia, uno extraño que parecía un espejo de la realidad, la habitación de Noah estaba replicada, pero la sensación que me daba era incomoda al extremo, como si el aire viciado me apretara los pulmones.

Secretos (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora