¡¿Qué me has hecho?!

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Izayoi todavía no podía acostumbrarse a su estado actual, sus uñas habían crecido exponencialmente, su cabello ya no era negro en su totalidad, tenia mechones blancos y por si fuera poco, sus ojos parecían estar inyectados de sangre.

—¿Quieres dejar de examinarte? Llevas dos semanas así, no se va a quitar por arte de magia —Le dijo Riku, el demonio la había raptado— Saiko ha hecho una sopa, ven a comer.

Ella solo lo vio un momento hasta que pudo encontrar su voz.

—¿Por qué yo? ¿Por qué destruiste mi vida de esa manera?

—¿A eso le llamabas vida? Eras una moneda de cambio para tu padre ¿acaso crees que llegaste a mi por casualidad?

La chica no podía creerlo ¿Su padre había permitido esto?

—Sea como sea, regrésame a casa, regrésame mi vida ¡ahora!

Riku solo veía cómo se enojaba esa chica que ahora estaba bajo su cuidado. Cada vez estaba más convencido de que ella era perfecta para sus planes.

—Creo que no has entendido: Ahora este es tu hogar y más vale que te comportes o...

—¿O qué? —Desafió Izayoi, él solo sonrió.

—No quieres saberlo, ahora ve a comer, pronto comenzará tu entrenamiento.

(...)

Finalmente, Izayoi no quiso comer, Riku era malo, nada le garantizaba que Saiko no fuera igual.

"La disciplina acabará venciendo a la inteligencia."

Iza dio un salto porque de repente alguien apareció detrás de ella.

—¿Disculpa? —El joven, quien tenía el cabello negro y unas ojeras de perro bastante curiosas, se acerco de frente.

—Es un proverbio japonés, mi padre lo dice mucho, no sirve de nada ser inteligente si no eres disciplinado, regla de la vida.

—Si, eso me quedo claro, pero no se quien eres y a que horas apareciste, por cierto...¿Son reales? —El chico dio un paso atrás cuando Izayoi quizo tocar las ojeras.

—¡¿Qué te pasa?! Eso fue increíblemente grosero.

—También es grosero no dar tu nombre, chico raro.

—Satoshi.

Ella quiso bromear, pero no le dio tiempo ya que Riku llegó a arruinar la diversión, aunque fuera la única que lo pensara porque Satoshi le tenía un respeto absurdo al yokai.

—Veo que ya conoces a tu compañero de entrenamiento—le indico al chico que se levantará—. Satoshi ya sabes que hacer.

Izayoi no tuvo tiempo de reaccionar cuando el chico ya había sacado sus garras para saltar a la vena yugular, el hanyou y el yokai se rieron.

—¿Eso es todo, sensei? Pensé que había dicho que sería la correcta, mi hermana menor golpea más duro.

No supo qué pasó pero en cuestión de segundos, Izayoi había invertido los papeles, una voz en su cabeza tenía el mando, ella actuaba con el famoso "instinto", Satoshi se dio cuenta y sonrió como maniaco.

—¡Así me gusta! Veremos si logras hacerme algo más que cosquillas, Ohimesama.

Ella no razonaba, su lado salvaje estaba a cargo.

El entrenamiento apenas comenzaba.

Lo que habita en mi.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora