Raiju, mi nombre es Raiju.

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Mientras duró su entrenamiento, Izayoi aprendió que el tiempo era diferente para los youkai, habían pasado cinco años desde que estaba con Satoshi y Riku, pero su cuerpo seguía viéndose como el de una muchacha de quince años, cosa que le hacía cuestionarse cuál era la edad verdadera de las personas que vivían ahí con ella.

Aunque eso no era lo más preocupante, sino lo que había sucedido en esos cinco años.

Una de las primeras cosas de las que Izayoi se enteró mientras entrenaba sus poderes había sido la muerte de su abuelo, Takeda Shingen y aunque la chica apreciaba que Riku no se lo soltara de sopetón, Izayoi debía reconocer que, al no ser cercana al jefe del clan Takeda, su muerte le daba igual.

Mas no fue así con su madre.

Ese día Izayoi salió a despejarse un rato, Saiko le caía bien, pero no era su madre y la extrañaba, por eso, aprovechando la penumbra de la noche, después de mucho tiempo, volvió a pisar su hogar.

O lo que quedaba de él.

Tan absorta había estado la chica en su entrenamiento que desconocía que su padre había dejado el pueblo a su suerte para expandir los territorios de su señor Nobunaga, dejando a todos al merced de los saqueadores y bandidos, por eso, cuando fue a visitar a su madre, todo estaba siendo consumido por las llamas mientras los bandidos reían sobre el llanto de las mujeres violadas, entre ellas su madre.

No supo qué pasó, su instinto demoniaco se hizo cargo, la rabia era tanta que sin darse cuenta se trasformó en su forma animal: un perro blanco con rayas azules en su lomo, tan grande como el castillo mismo.

Como en ese tiempo su poder todavía era difícil de controlar, lo qué pasó ese día no lo tuvo muy claro, cuando despertó todos estaban muertos y fue tan intenso para que solo atinó a irse corriendo.

Nunca supo qué pasó, hasta que tiempo después supo de rumores de una mujer demonio y al oír la descripción, Riku se enojó.

—¿Una kijo? ¿Es enserio? ¿En qué estabas pensando? Te advertí muy claramente que te mantuvieras alejada de los humanos hasta que pudieras controlar tu forma de bestia ¡Ahora todos saben de ti!

Izayoi aguantó el regaño de la mejor manera, pues su maestro tenía razón, había sido un completo descuido de su parte, aunque Satoshi pensaba lo contrario.

—Haz salvado a esas mujeres, puede que hayan muerto, pero las salvaste de un sufrimiento mayor, ojalá Kaoru hubiera teniendo esa suerte.

Izayoi no quiso preguntar en su momento quien era Kaoru, su deber era aun mayor: Hideyoshi y su padre tenían que morir. Nobunaga ya no estaba para salvarlos y aprovecharía la discordia entre ellos para ganar, solo necesitaba a alguien en específico y ya sabía cómo llegar a él.

—¡Saki! ¡¿Dónde está mi armadura?!

Satoshi se le quedó viendo.

—¿Qué planeas, Izayoi?

—Raiju, mi nombre es Raiju.

Ya no había marcha atrás.

Lo que habita en mi.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora