Capítulo 3

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Al cerrarse la puerta, Chris se detuvo un momento.
Estaba en lo que parecía un comedor, con una larga mesa en el centro.
El chico respiró hondo, soltó el aire, y avanzó en dirección de la única puerta que había en el comedor. La puerta daba a un pasillo que se alargaba hacia la derecha y daba a una pequeña habitación hacia la izquierda, la cual no estaba iluminada.
Entonces, Crhis notó que se podían oír unos extraños sonidos, algo como huesos partiéndose, o algo húmedo chocando. Y también había un olor asqueroso, dulzón, similar al olor de la basura, quizá carne podrida.
El sonido procedía de la habitación de la izquierda, al igual que aquel fuerte y desagradable olor.
Chris preparó su pistola y avanzó hacia delante, en pos de los indescriptibles sonidos.
Al girar la esquina, Chris vio a un hombre que estaba agachado sobre sus rodillas, moviéndose encima de algo que se retorcía en el suelo, delante de él.
Entonces, Chris presenció una escena horripilante.
A un lado del hombre cayó una cabeza, que giró al aterrizar sobre el suelo. En la parte izquierda de la cara tenía toda la piel, así como parte de los músculos, arrancados y mordisqueados.
El hombre separó lentamente su propia cabeza del cadáver que tenía delante y se giró hacia Chris, mostrando sólo una escalofriante mitad izquierda del rostro.
Tenía la piel podrida, con la mandíbula totalmente despellejada desde el pómulo hasta abajo. Una carne roja rodeaba los dientes de la criatura, que profirió un rasposo gruñido al tiempo que se levantaba e iba en dirección a Chris, estirando sus brazos hacia él.
Este retrocedió, apuntando al monstruo que tenía delante.
-¡Quieto! ¡No se mueva, se lo advierto!
La criatura, vestida con un traje y una camisa harapientos, llenos de desgarrones y de sangre seca, tenía unos ojos iguales a los de esos monstruosos perros del bosque: recubiertos de una especie de película blanca.
Sólo una mitad de su boca tenía la piel arrancada. De la otra mitad, donde todavía conservaba los labios, salía una baba blanca y espesa, que chorreaba combinada con la sangre del cadáver.
-¡Cómo no se detenga ahora mismo, voy a disparar! -gritó Chris.
Cuando el monsruo abrió desmesuradamente la boca, estirando al límite la piel que quedaba en ella, y estuvo a punto de tocar a Chris, el joven no pudo aguantar más el olor que emanaba de la horrenda criatura, y dirigió rápidamente su dedo al gatillo de la pistola.

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¡BANG!¡BANG!
-¡Disparos! -gritó Jill.
Minutos después de que Chris cruzara las puertas, los STARS restantes escucharon los disparos con creciente preocupación.
¡BANG!
-¡Wesker, Chris está en peligro!
-Está bien, mantengamos la calma. Jill, ve con Barry a comprobar los disparos. Lady y yo esperaremos aquí.
-Sí.
-¿Vamos, Jill?

Al otro lado de las puertas había un gran comedor. Era una sala cuadrada, dominada por una larga mesa en el centro.
A la izquierda, cerca de la entada, había un pequeño mueble sobre el que reposaba una antigua máquina de escribir. A la mitad del comedor, en la pared de la derecha, había un reloj de péndulo, cuyo sonido se extendía por toda la habitación. Por encima del reloj había un extraño cuadro, con dos personas ensartándose con sendas espadas.
Al final de la sala había una chimenea, y en la misma pared en que colgaba el cuadro había una puerta.
Cuando Barry se acercó a la chimenea, se fijó en una oscura mancha en el suelo.
-¡Jill, ven a ver esto!
Barry se agacho al tiempo que Jill llegaba, y pasó dos dedos por la oscura y roja mancha.
-Es sangre, y parece fresca.
-Espero que no sea de Chris -diijo Jill, más para sí misma que para Barry.
Casi sin respiración, Jill fue apresuradamente a la puerta doble por la que habían entrado.
-Jill -dijo Wesker, sorprendido por verla aparecer en el vestíbulo- ¿Podrás ocuparte de la situación?
-Claro -Jill miró a su capitán, así como a su nueva compañera, antes de volver al comedor.
Avanzó hasta la altura del reloj, pero se detuvo y volvió a darse la vuelta en dirección del vestíbulo.
-¿Hay algún problema?- preguntó Lady, que estaba apoyada sobre una de las columnas, cruzada de brazos.
-No, ninguno -dijo Jill, esbozando una tensa sonrisa.
Volvió a entar en el comedor, acercándose a la máquina de escribir. Se encontraba bajo una fuerte presión.
De nuevo se dirigía a la puerta que daba al vestíbulo, cuando Barry le dijo:
-¿Tan rápido caes presa del pánico? No me esperaba eso de ti, Jill.
Después de pensarlo un momento, Jill caminó por fin hasta la puerta del fondo, decidia a que su amigo y compañero no la viera sucumbir ante el miedo.

Resident Evil    Devil May CryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora