Capítulo 5

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Tony había mantenido su mirada fija en los ojos de Jill, ya que pudo ver en ellos el miedo que la chica sentía.
Repentinamente, el miedo fue sustituido por alivio.
-Por lo menos te has quedado aquí para ayudarnos, Tony. Eres un verdadero amigo.
Y el alivio dió paso a una expresión de agradecimiento.
Entonces Tony lo recordó:
Su nombre no era Tony, sino Dante. Era uno de los hijos de Sparda. Y había prometido lo mismo que prometió su padre dos mil años atrás: protegería a la humanidad, a toda la humanidad, de cualquier peligro, fueran demonios o zombies.
-Saldremos de aquí, Jill. Todos. Te lo prometo.
Decidieron comprobar el primer piso del ala oeste.
Una vez subieron las escaleras, se mantuvieron callados durante un rato.
En medio del silencio, Jill se fijó en el piso superior del vestíbulo.
Mirando desde la entrada, se accedía a él subiendo unas escaleras, las cuales se bifurcaban en ángulo recto hacia derecha e izquierda. En la pared que se encontraba de cara a la fachada, había un enorme cuadro con una puerta semi camuflada. Ya arriba, no se observaba una estancia como tal, era un rectángulo abierto por el centro, rodeado por una varandilla. Lo que quedaba era la parte del suelo que estaba directamente delante de las puertas.
La pared que encaraba las escleras tenía un enorme ventanal, con el cristal lleno de polvo. A causa de la oscuridad, no se podía ver nada más allá de los arboles que estaban directamente frente a la mansión.
A los lados del ventanal había un par de cuadros, uno de ellos era una ejecución de la edad media, el otro, una mujer llorando con su hijo en brazos, rodeada de una multitud furiosa.
En ambos lados de la mansión había dos puertas, con la diferencia de que, hacia el este, había una puerta doble a la mitad de la pared y otra puerta más, metálica, no muy lejos de la facahda.
Al oeste, las dos puertas que había estaban bastante alejadas entre sí.
-Desde fuera pude verlo -dijo Tony, señalando la puerta más alejada de las escaleras- creo que es un balcón. Entramos, exploramos, damos media vuelta y salimos.
-Está bien.
Jill se adelantó, abrió la puerta y entró. Tony estaba en lo cierto, era un largo balcón con el suelo metálico.
Al fondo, se podía ver una figura humana sentada, con la espalda apoyada en la pared. Tony y Jill se acercaron corriendo, pues se podían distinguir las letras STARS en el pecho del individuo.
Cuando llegaron hasta el cuerpo, Jill retrocedió asqueada.
-Forest...
Jill lo había reconocido únicamente por su peinado, largo y dividido por el centro de la cabeza.
Pero tenía el pelo ensangrentado, y le faltaban mechones. Su rostro estaba irreconocible, pues estaba lleno de profundos rasguños y graves heridas, al igual que sus brazos. Su uniforme azul también estaba completamente destrozado.
-Lo siento mucho, Jill...
Antes de alejarse, Jill se percató de que tenía un lanzagranadas apoyado en las piernas. Lo recogió, pues sería de gran ayuda.
-Gracias, Forest -susurró Jill al cuerpo de quien había sido su amigo.
Un millar de horribles graznidos comenzaron a resonar por todas partes, y el balcón se llenó rápidamente con una bandada de cuervos que intentaron atacar a Jill.
Tony dirigió sus pistolas Ebony y Ivory hacia los agresivos pájaros, disparando una velocísima ráfaga.
-¡Jill, corre! ¡Sal de aquí! -gritó Tony, dirigiendo las armas a uno y otro lado, evitando así que los cuervos le atacaran a él o a la chica.
Una vez Jill cruzó la puerta, Tony dió una voltereta hacia un lado al mismo tiempo que dejaba de disparar, por lo que la masa de aves falló en su intento de picotearle. Saltó hacia la pared, recorriéndola como si no existiera gravedad alguna. Un salto más y Tony aterrizó justo delante de la puerta. Encarándose a los cuervos, comenzó a disparar de nuevo y, una vez que tuvo a todos los pájaros delante, giró sus pistolas, acomodándolas, y descargó una andanada de disparos, acabando así en segundos con cada una de las aves que se encontraban en el balcón.
-¡Eso sí que es ser un auténtico Gunslinger!
En cuanto Tony apareció, Jill se acercó a él con evidente preocupación, pero nada más comprobar que no tenía el más mínimo rasguño, esa preocupación dio paso a un gran asombro.
-¿Y esa cara, Jill? ¿No me habré portado mal, verdad?
-¡Estás ileso!
-No me alcanzaron, ¿qué tiene eso de raro?
-Eran demasiados, debería...
Tony puso cara de aburrimiento. Jill notó que había algo que no quería contar, por lo que, aunque quería saber de qué se trataba, lo dejó estar por el momento.
-Continuamos, entonces -dijo Tony, estirándose.
-Quizá sería mejor ir antes al piso de abajo.
-Quizá...
Repentinamente, Tony comenzó a ahogarse con un horrible hedor que ya conocía.
-¡Jill, baja! ¡Rápido, lárgate!
La expresión confusa en el rostro de Jill impacientó enormemente a Tony.
-Pero...
-Por favor, Jill, confía en mí.
En el momento en que Tony pronunció estas palabras, Jill tuvo la certeza de que su compañero hablaba con una profunda inquietud.
Asintió lentamente, dándose la vuelta hacia las escaleras del vestíbulo. Estando al borde de estas, dirigió la mirada hacia atrás, a tiempo de ver el extremo de la larga gabardina roja de Tony desaparecer a través de la puerta más cercana, cerrándose esta tras de sí.
Al final de las escaleras, Jill se quedó parada, dándole vueltas al extraño comportamiento del recién llegado miembro de los STARS.
《Bueno, ya va siendo hora de que explore esto por mi cuenta》

●●●

Tony se encontraba en un largo corredor con una decoración un tanto deprimente, que se acentuaba por la escasa iluminación, la cual consistía en dos o tres lámparas puestas encima de algunas pequeñas mesitas diseminadas por el pasillo. Las paredes blancas tenían un grabado decorativo. El suelo estaba cubierto por una oscura alfombra.
Odiaba tener que dejar atrás a Jill, aunque intentó recordarse que no por nada ella había entrado en las fuerzas especiales de Racoon City. Sabría cuidarse sola.
Algo más tranquilo a causa de esto, Tony se centró en lo que lo había traído a este pasillo.
El hedor que lo impregnaba todo era insoportable. No era solamente la peste desprendida por los zombies, había algo más, y Tony sabía perfectamente de qué se trataba.
Un asqueroso y fuerte olor a sangre, sangre humana.
El olor de los demonios. Ya estaba acostumbrado a él, pero esta vez era diferente, algo que le provocaba auténtico pavor.
Era exactamente el mismo olor que quedó grabado en su interior cuando tenía tan solo ocho años.

♦♦♦

-¡Dante, rápido! ¡Ven cariño, métete ahí dentro! -la dulce voz de su madre sonaba preocupada.
Dante no sabía qué estaba pasando. Toda la habitación había sido destrozada. Desde abajo, miraba a su madre inocentemente, lleno de terror, sin entrarse de nada.

♦♦♦

Tony negó con la cabeza, como para sacar así esos recuerdos de su mente, desterrarlos de su memoria.
Comenzó a perseguir el hedor, avanzando por el pasillo. A su derecha había una puerta, pero pasó de largo, ignorándola. El corredor giraba hacia la izquierda. Allí yacían dos cuerpos, ya descompuestos.
De todas formas, Tony dudaba que estuvieran completamente muertos.
Aunque había una esquina que giraba otra vez hacia la izquierda, donde había otros dos cuerpos, Tony se mantuvo quieto a mitad del pasillo.
Delante de él tenía una puerta doble, metálica, con un relieve de armaduras. La peste a demonio en ese lugar era todavía más fuerte.
Y, tan repentinamente como había aparecido unos minutos antes en el piso superior del vestíbulo, el olor se esfumó.
Tiró de los pomos de la puerta, pero estos no respondían.
Resignado y enfurecido, Tony se apoyó en la pared que estaba a su espalda, mareado a causa de los terribles recuerdos que trajo a su memoria la asquerosa pestilencia que tan rápidamente se había extinguido.

●●●

Tony no pudo oírlo, pero en la habitación que estaba justo delante de él, un millar de escalofriantes susurros repetían una y otra vez:
-Sparda... Sparda...
Una voz, aunque todavía susurrando, se alzó entre todas las demás:
-Tranquilos, amigos míos, pronto el vástago de Sparda será destruido, por nuestra mano. Esperad, tan solo esperad...

●●●

-Dime de una maldita vez qué quieres que haga, Wesker -Barry se estaba hartando de tener el cañón de una pistola a centímetros de su cara- ¿Me harías el favor de quitarme eso de las narices?
Wesker, divertido, guardó la pistola.
-¿Ahora me tuteas? Sigo siendo tu capitán.
-Siento perderle todo el respeto a alguien que secuestra mujeres y niñas inocentes, "capitán". ¿Qué te ha ofrecido Umbrella? ¿Dinero? ¿Poder?
-Nada de eso. Tan solo me han ofrecido una mujer, tal vez un par de niñas. Aún estoy pensando qué voy a hacer con ellas.
-¡¡¡Hijo de perra!!!
Barry se abalanzó hacia el cuello de Wesker, cegado por la furia. Este se apartó ágilmente, propinando a Barry un fuerte golpe en la espalda con el que acabó en el suelo.
Una vez Barry estuvo derribado, Wesker dobló su brazo, practicándole una llave.
-Guardé la pistola porque pensé que sabías quién controlaba la situación -dijo el capitán de los STARS al oído de Barry, aplicando más fuerza en el brazo de este- vuelve a intentar atacarme y la próxima vez no será una llave, sino un tiro en la sien.
Wesker se alejó unos pasos. Mientras veía a Barry levantarse, dijo, con tono burlón:
-Era una inocente broma, Barry. No estoy con Umbrella por dinero. Siempre he sido de Umbrella. Uno de sus mejores científicos, si se me permite decirlo.
《Aunque mi sociedad con la corporación farmacéutica del paraguas rojo toca a su fin》
Barry, todavía enfurecido, se frotaba el hombro mientras miraba un oscuro reflejo del pasillo en las gafas de sol de Albert Wesker.
-Aún no me has dicho qué demonios quieres que haga, Wesker, maldita sea.

Resident Evil    Devil May CryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora