Primer choque de espadas. Gracias a la rapidez con las que eran movidas, su filo cortaba el aire provocando que un sonido algo agudo valla al compás de sus movimientos.
Sus miradas se cruzaron, en sus ojos se podia ver la lástima mutua hacia su rival. Esta seria su última batalla, ya que se definiria quien vive y quien muere.
¿Pero por qué mejor no vemos como empezó esto?
La guerra entre aquellas dimensiones aun no termimaba, la enorme rivalidad que tenian los gobertantes era causa de su pelea.
¿Quién habria dicho que dos niñas pospusieron los ataques de ambas dimensiones?
Sus hijas se hicieron amigas, tenían una bonita amistad, aun sabiendo que sus padres estaba en guerra. Pero a ellas no les importaba, por que la contraria la hacia olvidar el conflicto interdimensional que tenían.
Los gobernantes decidieron dejar la guerra a un lado, para planear en conjunto una manera fácil de alejar a sus hijas.
Decidieron usar la fuerza. A las dos pequeñas las encerraron en sus dimensiones correspondientes y las obligaron a entrenar duro durante toda su niñez y adolecencia, para que después ambas definan el destino de la guerra.
Ellas crecieron sin olvidarse entre si, tenían la esperanza de algún día encontrarse y volver a ser felices como lo eran. Pobres de ellas, no tenian idea de lo que enfrentarian en un futuro.
Y allí se encontraron, una al frente de la otra, en ese inmenso campo de batalla.
La audiencia Exe y Sombra gritaba con fuerza para motivar a su representante en aquella arena de pelea.
No querian, pero estaban obligadas a luchar.
La fuerza del primer choque fue tan potente que creo una onda expansiva de gran amplitud, provocando así que retrocedieran con algo de velocidad.
Se miraron con arma en mano, de sus ojos empezaban a bajar pequeñas lágrimas. Debian seguir en combate, pero ninguna se atrevia a dar el siguiente ataque.
- Vamos! Demuestra que los Sombras somos mas fuertes!- gritó el padre de la azabache. Ella apretó con fuerza el mango de su espada, para intentar no ir y atacar a su progenitor.
- Muestrales que los Exes somos los mas poderosos, hija!- gritó esta vez el padre de la muchacha con cabellera bicolor.
La de raza Exe soltó su espada, haciendo que el arma blanca desapareciera, y cayó al suelo de rodillas, apoyando sus manos en la tierra.
-No lo haré! No soy capaz de lastimarla!- dijo entre llanto la muchacha de ojos rojos. Toda su raza presente miró el accionar de la chica sorprendidos.
-Por eso los Sombras no tenemos sentimientos- expresó el gobertante de la Dimensión Oscura con arrogancia- hija, acaba con ella!- con una sonrisa, vio atento a los movimientos que la mensionada haria.
La azabache alzó su espada y empezó a correr hacia su oponente. La cantidad de lagrimas se hacia mayor, haciendo que su vista se tornara algo borrosa.
Antes de llegar a la Exe, dio un salto, elevando su espada de energía y en un solo movimiento, propinó un espadazo al aire.
El impacto del corte se dio unos metros atras de la joven que estaba en el suelo, haciendo que una grieta se formara y que ella cayera justo al lado de la muchacha.
-¿Por que mejor no jugamos?- la azabache se dio vuelta, encontrandose con la contraria mirándola con una sonrisa y aun con lagrimas saliendo de esos ojos color Rubí.
-¿Las escondidas?- se levantó del suelo y sacó una gema de su bolsillo.
-Me parece bien- al igual que ella, sacó de su bolsillo una gema y tiró su espada al suelo.
Para este punto, los padres de ellas estaban por reventar de rabia. Sus hijas los habian desobedecido y eso los hacia enojar.
-Sigan con la pelea!- gritaron los gobertantes al mismo tiempo y con enfado.
Ellas sólo sonrieron ante el comentarios de sus padres.
Se miraron una a la otra, estaban felices de lo que harían. Entrelazaron sus manos y unieron sus gemas. Cada movimiento que hacian parecia lento.
En menos de un segundo, las dos fueron rodeadas por una luz intensa, cegando la vista de los presentes en el lugar. La luz al poco tiempo se fue desvaneciendo, dejando ver que ya nadie se encontraba en el campo de batalla. Que ellas habian desaparecido.
Nadie supo a donde podrian estar, y lo único que quedó allí fueron ambas espadas.