Capitulo 5. Welcome to the Jungle.

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Muchas mujeres en la industria del modelaje (como yo), queríamos estar en la agencia de Bianca Harris: Promises, o al menos entre las empleadas de Pretty Woman, para llamar su atención y conseguir trabajo.

En las entrevistas de televisión, la Directora Harris solía decir: "Veo la luz en donde nadie más la ve. Veo la estrella con la que cada una de mis chicas nace, aunque algunas veces; traten de ocultarla".

Al aceptar estar en su catálogo sentí como si me estuviera vendiendo, y que ser la "asistente", de algún hombre era extraño. Claro, considerando que mi meta era ser modelo, no ejecutiva de ventas o el perrito faldero de un rico. Solo que a veces toda tu vida puede decidirse por una loca acción.

En aquella habitación, yo no era la única aspirante a "asistente", pues dos de mis compañeras estaban ya esperándome. Algo extraño era que las tres, íbamos vestidas de blanco y negro ¿A caso era para distinguirnos de todos?

—Lamento la tardanza, caballeros. Me gustaría presentarles a mis nuevas "Promises" —La Directora nos señaló con la palma extendida—. Ellas son mis nuevas adquisiciones, y pertenecen a la colección: One Kiss.

La directora Bianca (al igual que los dos hombres que estaban con ella), comenzaron a reírse. El comentario que ella había hecho sobre pertenecer a una "colección" como si fuéramos ropa me pareció muy desagradable, pero tuve que fingir que no me incomodaba, y sonreír como si estuviera de acuerdo.

—No entiendo por qué perdemos el tiempo —exclamó un hombre rubio que tenía muy mala cara—. Solo necesitamos a otra Ruth Maxwell —suspiró molesto—. Así que Bianca, ve al grano ¿Cuál es la mejor de estas tres? —miró su reloj—. Soy un hombre de negocios, tengo mejores cosas que hacer.

La Directora Bianca sonrió apretando la mandíbula. Algo me hacía creer que entre ellos dos existía una rivalidad, o tal vez solo era yo quien estaba haciéndose toda clase de historias absurdas por los nervios que sentía.

—Las tres son muy bienes, Brad —le sonrió con falsedad—. Hace un par de semanas te mandé un correo con sus libros ¿Necesitas verlos de nuevo?

—Yo solo quiero lo mejor para mis nietos —se pronunció un hombre mayor.

El hombre viejo se acercó a Dafne, la chica que estaba al inicio de la fila. La miró con detenimiento y la olfateó como si fuera un perro. Casi podría jurar que escaneó su alma con esos ojos verdes. Y luego volvió a hablar:

—Lo siento linda, pero la gente comienza a aburrirse de nosotros los rubios —le hizo una mueca de desaprobación—. Miré tú libro, y he visto a muchas como tú: alta, blanca, rubia con hermosos ojos, pero... ya has estado mucho tiempo en la ruleta. Mi nieto necesita algo mejor que tú.

En seguida comenzó a caminar hacia Laurent, la chica que estaba en el medio. Por un momento creí que la ignoraría, pues casi llegaba hasta donde estaba yo, pero entonces luego retrocedió un poco para mirarla con el ceño fruncido.

—Oh como extraño el siglo XX cuando todo era más fácil, y nadie exigía la forzada inclusión de las minorías —suspiró con pesadez—. Lo siento asiática —se mofó de sus ojos con un gesto —, pero para mi nieto prefiero americanas.

En ese momento Laurent apretó los labios. No supe si era por impotencia al no poder contestarle, o si era porque quería llorar. Claro que a ese viejo no le importaba en lo más mínimo nuestros sentimientos. Él solo escupía su veneno.

La ultima que quedaba en esa fila, era yo. Casi podía imaginar las cosas que diría sobre mi cabello, o sobre el maquillaje que llevaba. Así que suspiré para soportar todo lo que diría. Conté hasta diez, y esperé que me dejara en el piso.

La Mafia De HamiltonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora