Capitulo 8. Edrik Hamilton.

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El hombre que estaba sentado frente a mí, con esa sonrisa arrogante y llena de perversidad, era el mismo sujeto de cabello negro azabache y apariencia perturbadora de Hal-Mart.

Él era el mismo hombre al que Miriam le había vendido mi información personal, de una manera tan arbitraria que la sed de justicia aún me corria por las venas. No podía creer lo que mis ojos estaban viendo.

—Vaya, vaya —me crucé de brazos—. Creí que jamás volvería a verte —añadí con el ceño fruncido.

—Gracias a tu amiga, me fue muy fácil encontrarte —dijo con tono burlón—, te busqué en internet y después de unas llamadas sabía con certeza quién era la chica del "gimnasio" —hizo comillas con los dedos.

— ¡Esto es una injusticia! —exclame con fastidio.

Mi día ya había comenzado mal, y encontrarme con la causa de mi paranoia de persecución por días, no me ayudaba mucho. Además, esa actitud tan arrogante, me estaba desesperando. Quería golpearlo.

— ¿En verdad lo crees? —Arqueó la ceja derecha—. Porque yo no creo que haya hecho nada malo. Solo moví mis influencias, y eso no es nada injusto.

No podía creer el nivel de cinismo de ese hombre. Pero decidí seguirle el juego. No dejaría que me alterara tan fácilmente, como lo había hecho en las semanas anteriores; cuando creía que me robaría los órganos en un callejón anónimo de New york.

—Definitivamente pienso que esto es una jugada sucia, muy sucia —abrí la silla para sentarme frente a él—. Primero compraste mi información, y como si eso no fuera suficiente: decidiste buscarme en mi trabajo.

—Lo siento Aisha, pero mi mundo funciona de esta forma —la sonrisa se le transformó en un ceño fruncido—. Si quiero algo: el dinero lo soluciona por mí —regresó la mirada al monitor—. En realidad puedes irte. Le dije a mi abuelo que no estoy de acuerdo con esto.

Claro que podía levantar mi trasero de esa silla y marcharme indignada, pero no, no podía hacerlo pues en cuanto la Directora Bianca se enterara de mi "falta de profesionalismo" al abandonar a su querido cliente, se encargaría de destrozarme la carrera que aun, ni siquiera había comenzado.

Por alguna razón (que claramente yo desconocía), ella quería que estuviera cerca de los hermanos Hamilton, sí, la Directora también quería que me hiciera amiga del Fiscal Hamilton.

Tuve que tragarme todas las cosas que quería gritarle a la cara al hermano de Brad. Traté te fingir una sonrisa, y volver a ese tono cálido con el que había entrado en su oficina. Debía fingir que nada había pasado antes con él, que era un completo extraño.

—No me voy a ir —dije con seguridad—. Después de todo ¿Cuántas veces en la vida, podría encontrarme con una persona como tú?

— ¿Alguien como yo? —Levantó la mirada del monitor— ¿De qué hablas?

—No hay muchos hombres que me buscarían después de solo una conversación en un pasillo de Hal-Mart —recargué los codos sobre el escritorio—. Quiero saber tus motivos.

En ese momento, el hombre de cabello azabache solo se quedó mirándome con incredulidad. Era como si su retorcida mente estuviera tratando de formar algo ingenioso que decirme, pero al parecer no encontraba las palabras. Así que decidí hacerlo yo:

—Ya veo lo que pasa: la curiosidad se te esfumó —fingí sorpresa—.  ¡Oh por Dios, que tonta soy! ¡Cómo no lo noté antes! —pretendí tomar mi bolso llena de nervios—. Me iré, no quiero molestarte.

Me levanté de la silla y caminé hacia la salida. Mi plan había entrado en marcha y no pensaba detenerme; aunque sabía perfectamente cuales serían las consecuencias si atravesaba las puertas de esa oficina.

La Mafia De HamiltonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora