Capítulo 3. ¿Amistad?

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Quisiera poder decirles que cuando llegué al apartamento me sentí más tranquila, pero en realidad no fue así. Saber que en el piso de abajo había alguien que probablemente podría subir a matarme si así lo deseaba, me mantuvo temblando como espagueti mal cocido toda la noche.

Por suerte, Miriam ni siquiera notó el ataque de pánico en el que me encontraba sumergida. Con el polvillo que David me había dado, logré hacer que Miriam recuperara solo un poco de conciencia; aunque no la suficiente como para contarme porque había consumido tantas drogas.

El resto de la noche la pasamos en la misma cama, como no lo hacíamos desde que éramos niñas. Antes Miriam solía pasar mucho tiempo en mi casa, nos gustaba mirar películas de princesa. En el fondo, teníamos la esperanza de creer y esperar a que nuestro príncipe azul llegara para salvarnos.

Crecer con esa clase de ideas en la cabeza no fue algo bueno, pues al menos yo, cuando salí al mundo real caí en cuenta que las cosas no son como en las películas. La gente no es amable, solo lo son cuando necesitan algo de ti. Tampoco existen los príncipes azules, la mayoría solo son idiotas que te quieren llevar a la cama, y por supuesto que los villanos no existen. Nadie es tan malo ni tan bueno como aparenta. A veces en verdad extrañaba los viejos tiempos... extrañaba a papá.

Pero ¿Quién no ha extrañado esos años en los que la vida es fácil? Supongo que todos en algún momento de nuestra vida, hemos deseado regresar a ser esos niños que creían en los cuentos de hadas, porque en esos tiempos nuestra mayor preocupación eran las tareas de la escuela y nada más.

La madrugada del domingo primero de octubre: la melancolía me invadió haciéndome desear que al abrir los ojos, fuera el verano de 2009; para volver a tener siete años y sentir una vez más el aroma de los hot cakes que papá cocinaba antes de dejarme ver la televisión. Aunque eso no pasó.

Pronto volví a abrir los ojos gracias al timbre del apartamento, pero mi realidad no había cambiado. Seguía siendo domingo primero de octubre de 2023. Yo seguía teniendo 21 años y Miriam aún estaba tumbada a mi lado. Suspiré desanimada, en verdad hubiera deseado regresar al pasado; en su lugar tuve que levantarme de la cama para ir a ver quién era.

La escena que me encontré en la sala me hizo recordar que ese apartamento era tan seguro, como un teléfono sin contraseñas. Había atrancado una silla a la manija para bloquear la puerta, y en mi bolsillo aún estaba el gas pimienta que Steph me había regalado cuando salimos a correr a central park. Si era necesario: lo usaría en contra de quien estuviera tras la puerta.

En realidad no fue necesario que lo usara, pues al echar un vistazo a través de la mirilla: mis ojos encontraron la imagen de nuestro vecino del apartamento 609. Desde mi lugar alcanzaba a ver que esas manchas negras seguían bajo sus ojos, tal vez ni siquiera había dormido pero era natural debido a su trabajo. Estaba a punto de abrir, pero entonces la voz de Miriam me sobresaltó:

— ¿Ordenaste algo para el desayuno? —Preguntó desde el pasillo de las habitaciones—. ¿No es muy temprano?

—No es ningún repartidor —quité la silla—. Solo es David. El chico al que me hiciste ir a buscar anoche.
— ¡Qué! —el sombro se apoderó de su rostro—. ¡David está aquí! ¿Por qué no me avisaste antes?

No me dio tiempo para explicarle nada, Miriam salió corriendo de regreso a su habitación. Seguro se iba a poner algo que no fuera el pijama, o tal vez solo se iba a lavar la cara para evitar parecer un zombie. No lo sé, el punto es que desapareció y me dejó sola con ese hombre.

—Buenos días —exclamó apático.

—Buenos días —respondí llena de alegría.

Me daba algo de pena verlo con el rostro tan maltratado. Si yo no hubiera bajado para molestarlo, aquel hombre llamado Ashtray jamás lo hubiera golpeado, así que me sentí con la obligación de invitarlo a desayunar a la casa; aunque estaba segura que él comería algo más que simples hielos.

La Mafia De HamiltonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora