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La cabeza de Zim zumbaba, ente los inaudibles sonidos del fondo solo captaba una frecuencia aguda.

— Zim... — ¿Quien dijo eso? ¿Que era eso? Se escuchaba un pum, otro pum — Zim...

— ¿Que...? — Sus ojos enfocaron lo que tenían en frente, un Dib sujetando el cuello de su uniforme con el puño en posición amenazante, los nudillos enrojecidos manchados por una sustancia verde neón. Sus ojos a través de los rotos cristales de sus lentes inyectados de sangre hirviendo. Le propinó otro puñetazo que hizo gemir al alíen de dolor.

— ¡Zim! — Las patas de araña de Zim no podían salir completamente, El humano lo tenía acorralado.

— ¡Aguarda Dib! — pedía el alíen con los brazos enfrente tratando de defenderse. — ¡Esto no es lo que tú crees!

— No trates de engañarme, lo veo todo, lo veo todo con claridad, todo... ¡Todo es tu culpa, Zim! Si no hubiera sido por ti, sucio alienígena, yo... yo... — Dib se detuvo, en lo que menos se dio cuenta, este se perdió en una ola de recuerdos, como si viera su propia película de terror en un instante. No quería hacerlo, pero previo aviso le llegaron los recuerdos del hospital, los golpes, los baños de agua fría, la electricidad, todo lo que quedó cubierto en su inconsciente gracias a las fuertes medicinas que le suministraba su padre. Relajó su cuerpo en estado de realización soltando a Zim en el proceso, el cual no tardó en alejarse del humano y revisar cualquier daño causado a su laboratorio antes de esconderse despavorido y curioso por la reacción del humano.

Dib se observó a si mismo, sus brazos delgados y cicatrizados, sus manos que poseían esos dedos finos y alargados, sentia el mechón que le caía por la cara, no recordaba que hacía eso. En un estado en el que su cerebro casi volvía a la normalidad, la realidad le cayó encima como un costal de papas. Perdió su niñez, adolescencia y cordura en un parpadeo.

— No... no puedo creer... ¿Como es que...? — Zim empezó a salir de su escondite curioseando por el balbuceo del sujeto, lo encontró temblando, híper ventilando, con lágrimas y enojo en la mirada. Se tambaleó y antes de caer de espaldas, el invasor corrió a sostenerlo con las patas de araña, esta vez Dib no peleó. Volvió a colocarlo en la mesa mientras este balbuceaba cosas sin sentido, se acurrucó en posición fetal antes de que Zim reiniciara el cerebro de su casa ya que Dib lo había destrozado por completo.

¿Que había sido eso? Era de esperarse que su peor enemigo de hace años tratara de violentarlo más aún en su estado anterior, pero ¿Por que lo soltaría? ¿Por que no lo atacó de nuevo?

— ¿Dib? — Solo se escuchaba una pesada respiración. — ¿Dib estás bien?

— ¿Que me has echo, Zim? — preguntó con voz temblorosa.

— No hice nada dañino a tu persona, si es lo que preguntas, casi estabas arreglado, tu mismo fuiste el que interrumpió el proceso y ahora estás teniendo un ataque. — Dib se levantó de golpe para llevar la mirada al extraterrestre.

— ¿Limpio? ¿Y las agujas...? No estabas tratando de experimentar conmigo? ¿Tan siquiera envenenarme?

— Claro que no, estupido humano. Yo ni siquiera sabía que seguías vivo hasta que entraste por la puerta de mi fortaleza anoche. Tienes suerte de que haya dejado la vida de invasor atrás, si no ya no hubieras despertado. — se acercó a Dib quien seguía temblando. — Acuéstate boca arriba, así no puedo trabajar. — Dib se negó.

— ¿Te rendiste? No lo creo. La última vez que escuché esa mentira casi destruyes el mundo y fui encerrado en la casa de niños locos por... — Dib volvió a tener un secundario golpe de recuerdos que lo hizo caer de espalda contra la mesa, era su capacidad de análisis volviendo a trabajar con normalidad después de años. — Fui encerado por mi padre. — sin darse cuenta, Zim ya lo había encadenado a la mesa. — ¿Espera, qué haces?

Humano ErrorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora