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"Su cuerpo era mi templo, se convirtió en prision"

A Dib lo inundaba el fuerte olor a alcohol isopropilico mezclado con excesivos productos de limpieza y a sus ojos los cegantes colores fríos de un quirófano. ¿Que hacía ahí? Pensaba para el mismo mientras alcanzaba un sujetador curveado para mantener abierto el estómago de el paciente. El horror inundó a Dib cuando fijó la mirada hacia abajo y observó sus manos en guantadas dentro de un inconsciente cadaver verde. ¡Zim! Exclamaba en su cabeza, incapaz de emitir sonido alguno, su cuerpo se limitaba a seguir con la necropsia de un organismo desconocido.

Dib estaba más asustado que fascinado, era su sueño hacerlo pero ¿Por que no lo estaba disfrutando? En su tormento de lastima y satisfacción empezó a tirar de lo que quería creer que eran órganos de alienígena, arrancándolos de su cuerpo para futura y detallada inspección. No se detenía, aún al ver las entrañas moverse tratando de repararse a si solas, al interior de Zim de color verde casi luminiscente tratando de regenerarse. El sujeto no estaba muerto, aún así no se detenía en seguir llevando el pequeño cuerpo al límite.

Una mano fría y pequeña sostuvo su brazo con gran fuerza haciendo que el humano exclamase del susto y dirigiera la mirada a unos ojos fucsias y, aunque carentes de emoción, acuosos de lágrimas que lo observan fijamente antes de pronunciar.

— ¿Esto es lo que en realidad deseas?

Dib despertó en la mesa metálica siendo inundado por un cansancio devastador, con la dureza y la frialdad a la que no quería acostumbrarse aún pegadas a la espalda, la cual estiró y retorció para acomodarse y no seguir con la horrible sensación que le había dejado su actual lugar de reposo, trató de levantarse pero antes de poner un pie en el piso se detuvo, recordó que no podía hacer nada en primer lugar, aparte de estar encerrado, tenía que convivir con su peor enemigo con quien se había forzado a hacer una tregua la noche anterior. Volvió a recostarse en señal de derrota contra su aún presente racismo intergaláctico. No quería confiar en Zim pero tampoco tenía mucha opción, "¿Por que a mi?" Se decía con ansiedad.

— Tal vez esto sea mejor que el manicomio, aún así debo estar alerta, es Zim, debe haber estado planeando esto desde hace años, o que se yo, no está tratando de atacarme pero eso ya lo ha hecho varias veces. En fin, debo averiguar que trama y... exponerlo al mundo... — Al escucharse decir esa última oración cayó en una gran desilusión, sus sueños se habían roto hace cinco años cuando el mundo al fin presenció al extraterrestre y lo único que hizo fue encerrar al humano. Se quedó mirando al vacío con el peso de la realidad ¿Aún valía la pena? — Creo que ya no vale la pena. —

— Nya — La crisis de Dib fue interrumpida, se giró para ver al pequeño mini alce flotando desde la entrada del laboratorio quien solo lo miraba con esos ojos saltones y un tanto simpáticos.

— ¿Que? — El humano estaba tan desorientado que no estaba en posición de entender el dialecto del alce.

— Dice que lo acompañe, joven humano. — La inesperada voz salía de todos lados sobresaltando lo suficiente a Dib antes de recordar que se trataba de la computadora.

— Uhm... gracias. — Dib prosiguió a acompañar al alce quien lo apuñalaba en el alma con esa mirada acosadora y esa sonrisa tierna, subieron hasta salir por el bote de basura junto a la cocina, la cual estaba inundada con el olor de ricos Waffles.

— ¡Señor! — Gritó Gir con terrible enjundia al momento en el que se percató de la presencia de Dib.

— ¡¿Que quieres Gir?! ¿No vez que estoy mejorando los gnomos de jardín? Es imperativo estar preparados ante cualquier ataque humano, sobre todo en estos tiempos. — Respondió Zim mientras pasaba de la puerta de entrada antes de reflejar una sonrisa de carácter maligno para el chico, pero amigable si le preguntas a Zim. — Ah, hola Dib — El alíen cerró la puerta de entrada con recelo.

Humano ErrorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora