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"Nunca fui de gran talento, un simple cumplidor"

— Ya no sirve de nada, desasté de él.

— ¿Que? ¡No no no!

— Como digas. — Zim dio la orden por escrito y la jaula de cristal que resguardaba al espécimen fue cubierta y procedieron a carbonizarlo con rayos UV.

— Ve si pudimos lograr algo con este, voy por algo de comer. — Dib subió a la cocina y se dirigió al refrigerador para tomar una de las bolsas de sangre que guardaban de los humanos antes de convertirlos para después experimentar con ellos. Fue hasta la sala y se sentó en el sillón para disfrutar de su alimento, Gir se encontraba en el tapete jugando con sus cerditos de caucho. Se quitó las gafas para masajearse la zona t, no podía sentirse cansado más se sentía harto, él y el extraterrestre habían pasado las últimas tres semanas experimentando con humanos sin descanso y la cura parecía estar cada vez más lejos de su alcance.

Aún sin el antídoto la investigación hasta ahora no había sido en vano. Dib aprendió más de su nueva naturaleza sin tener que arriesgarse. Su olfato se agudizó al igual que el de Zim, ahora podía percibir los mismos olores que su acompañante alienígena aunque ambos tenían diferentes maneras de interpretarlos. Descubrió que su vista era mucho más poderosa que la de el humano promedio, pudiendo ver las cosas claras en la lejanía y en la obscuridad sin esfuerzo. Observando a los sujetos de experimentación estando alterados se dio cuenta que poseía una fuerza sobrehumana, también podía caminar por las paredes además de volar y hablar con las plantas.

Así como su maldicion tenía cosas buenas, también le traía infortunios por los que un humano no pasaría. La luz del sol era capaz de quemarlo hasta volverlo cenizas si la recibía directamente haciendo que solo fuera capaz de salir de noche o con prendas que le cubrieran todo el cuerpo. El no alimentarse le hacía perder el control, tenía que responder a su sed tan pronto como fuera o poco a poco perdía el conocimiento y empezaba a actuar con sus más bajos instintos. En unos de estos ataques Zim trato de electrocutarlo sin éxito, no respondió ni se quejó, el alíen empezaba a sentirse asustado y pensando en que haría en caso de otro incidente hasta el día en el que pudo observar como uno de los sujetos se lastimó con su propio anillo de plata al empezar la transformación, causando que Zim reemplazara el cobre en el collar por dicho metal. Aunque les doliera era lo mejor para ambos, Dib se quejó pero entendió.

Cuando el joven se terminó su bolsita de sangre fría regresó al laboratorio donde Zim miraba la pantalla del monitor en la cual tenían registros de todos los experimentos. Estaba tan enfocado en sus asuntos que no se dio cuenta de la presencia del más alto.

— ¿Tuvimos suerte? — Como era de esperarse, volvió a ser un fracaso, el alíen tenía cierto aire de desesperanza como el de su acompañante, estaba dudoso de querer seguir. — ¿Zim?

— ¿Dib, te puedo hacer una pregunta?

— ¿Que pasa?

— ¿Los vampiros duran para siempre?

— Hasta donde se sabe, creo que si.

— ¿Seguro que quieres volver a ser humano? — Dijo el extraterrestre con voz quebradiza.

— ¿Pasa algo, Zim? — el ya mencionado parecía calmado mientras que dentro de si estaba ocurriendo la batalla de su orgullo contra su honestidad. Podría decirle a Dib, aquel vampiro del que no quería alejarse, que reconsidere si de verdad le era tan necesario volver a ser humano o seguir buscando una cura sin éxito aferrándose a sus órdenes que dio al principio de la investigación. Sentía que ya había estado el suficiente tiempo con aquella persona tanto como lo había estado sin, en este punto era ridículo tratar de fingir.

Humano ErrorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora